sábado, 19 de mayo de 2007

El enmascarado de plata

Peliadores en la lucha libre mejicana siempre los hubo, muchos y bien bravos: Blue demon, Rey Misterio, el Místico, Huracán Ramírez... Pero ninguno fue tan grande como SANTO, el enmascarado de plata. Ese si era un cuate de enterito. Lo mismito se la enfrentaba con momias aztecas que con extraterrestres radiactivos, pero ninguno de esos chingones consiguió jamás arrebatarle la máscara.


Admiren sus pinches llaves y piruetas, pero no intenten repetirlo en sus casas o en sus colegios

8 comentarios:

JoFz dijo...

Aupa Santo!
Aupa Aventurero!

Teniente Colombo dijo...
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Teniente Colombo dijo...

Anoche conocí a 7 mejicanas, cada cual más guapa, y estuvimos cantando rancheras por la calle bajo la momentánea lluvia y hablando de Cantinflas y el Santo. Sólo faltaba Princess para completar el grupo de mexicanas relindas.

También conocí a un japonés que veía las pelis de la Señora Mayor en un cine de arte y ensayo de Tokio.

Con las pelis del santo no me he atrevido todavía, pero una película con un titulo como "Santo y Mantequilla Nápoles en la venganza de la Llorona" merece ser vista al menos una vez en la vida.

Teniente Colombo dijo...

Por cierto, que llego y suelto mi rollo, y se me olvida decirte que cada día me gustan más tus dibujos. Aparte de los paisajes, que ya te lo he dicho incluso en persona, este del Santo y el de los mexicanos cadavéricos me encantan.

EL AVENTURERO dijo...

"siete mejicanas cada cual mas guapa", parece el titulo de una ranchera

princess dijo...

El santo, es el superheroe mexicano, nadie puede ni podra nunca contra el.
sabian que por catoon network pasaron caricaturas de el?
les dejo el link
http://www.youtube.com/watch?v=ruPRQUfCV_c
que buenos son los dibujos del aventurero
Besos

princess dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EL AVENTURERO dijo...

otras animaciones muy buenas del santo, del santos en realidad
http://www.trino.com.mx/

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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