viernes, 11 de mayo de 2007

YEREBATAN SARAYI


Unos escalones oscuros y húmedos conducen a una reserva de agua subterránea de 140 m de largo y 70 m de ancho, con el techo abovedado apoyado en un bosque de 336 columnas.
La construcción del aljibe de Yerebatán se atribuye a Constantino el Grande. Posteriormente fue reconstruido y ampliado en el año 523 por Justiniano, quien incluyó en la base de dos columnas unas cabezas de medusa, saquedas del templo de Caledonia, en la costa asiática. Una está girada y la otra invertida y dan un aire aun más misterioso a esta cisterna.
Estuvo en uso durante todo el Imperio Bizantino y, tras la conquista otomana, su rastro de desaparece durante cientos de años, hasta que el estudioso francés Petrus Gylius comienza a investigar a partir de ciertas historias sobre gente que pescaba en los sótanos de sus casas. Bajó a través del pozo de una de ellas y redescubrió este aljibe, uno de los sitios más evocadores de la mítica Constantinopla.

7 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Eeeeey, Ugesnio (baji, baji, baji)!
Estabas trasteando en tu blog, por eso me se ha colgado el coment de la casquería, es igual era una parida de las mías.
Sigue asín viajero, mencanta

Jas dijo...

Me encanta este dibujo, las tonalidades verdes son mi debilidad.

S dijo...

Este es uno de los mejores dibujos que has colgado hasta el momento, para mi gusto. Una vez más, es un placer visitarte. Por cierto, pronto visitaré tus tierras.

Anónimo dijo...

Acabo el aventurero convertido en piedra? o acaso durmio a la medusa, cual perseo contando una de sus historias que empiezan con eso de "en mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo..."

Tom Hagen dijo...

Es un placer seguir leyendo sobre lugares que ni sabía que existían.
Me encanta el dibujo Ugenio ;)

Mayec dijo...

Yo estuve allí hace unos 10 años. Un sitio mágico. Me muero de ganas de volver a Turquía, porque lo recuerdo cada vez más como un lugar que visité en sueños.

Unknown dijo...

Mayec!!!...tu por aquí??...joe, si que sigues el sendero de miguitas ehhh ;-)

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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