domingo, 3 de junio de 2007

gemelisimas

En uno de mis viajes por lo largo y ancho de este mundo, creo que era viniendo de Budapest, coincidí con dos hermanas (gemelas monocigóticas, diría yo) entre cuyas virtudes no se encontraba la simpatía. En el aeropuerto una de ellas perdió la maleta y el pasaporte y todos pensabamos que se la iban a llevar esposada y a encerrarla en una húmeda mazmorra.
Sin embargo, no sé como, consiguieron cruzar la frontera y volar a Bilbao. A lo mejor, los aduaneros no tenian muy claro cual de las dos era la indocumentada. A lo mejor (tal era la simbiosis) tampoco ellas lo tenian claro.
Esto me recuerda a los hermanos Kaczynski, que han convertido Polonia en el unico pais del mundo gobernado por dos gemelos, y que ahora quieren suprimir los Teletubbies porque incitan a la homosexualidad.
Para mi que solo existe uno de los hermanos y se cambia de chaqueta y corbata según le toque ser jefe del Gobierno o presidente del país.

6 comentarios:

JoFz dijo...

Creo que Hungría es un país de población más bien pequeña en número. Incementarla con dos nuevos componentes indocumentados y no agraciados con el don de la simpatía no pasaría desapercibido y posiblemente no sería inócuo para el país.
Lo que describes, por tanto, bien podría considerarse como uno de los excepcionalísimos casos de "inteligencia administrativa".

Alorza dijo...

No, no, los que incitan a la sodomía son los Teletubbies, no los Lunis. A cada uno, lo suyo.

EL AVENTURERO dijo...

tienes razon, lo corrijo

Anónimo dijo...

Quizá su vuelta al pais vasco coincidión con el estreno de "La venganza de los clones" y ante la duda las dejaron pasar

princess dijo...

eso Kire, o de plano no las querian en el pais jajajaja

OOM-9 dijo...

arrrghgghghgh los teletubbies, pordios como puede existir algo tan terrorificooo!! XD

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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