jueves, 14 de junio de 2007

O Pelo

Y seguimos en Bahia, en el Pelourinho. Este conjunto de casas coloniales restauradas es el corazon de la ciudad.
Durante muchos años aquí estuvo colocada la picota, donde se azotaba, a veces hasta la muerte, a los esclavos huidos, los delincuentes comunes, los adúlteros y las prostitutas que iban por libre. Aquí vivían los grandes señores del azucar que gustaban de asistir al suplicio desde sus balcones de hierro forjado.
Hoy en dia es un barrio seguro y animado, con muchas galerias de arte y conciertos en la calle, y los adulteros ya no son azotados.

11 comentarios:

JoFz dijo...

Por lo que cuentas en los tiempos de la picota también era un barrio seguro, salvo para los exclavos, delincuentes, y profesionales liberales, supongo que como aventurero te sentirás más cerca de aquellos que de los grandes señores de gustos enfermizos, en ese sentido yo también comparto tu sentido de la seguridad.
Por otra parte cada vez que veo tus dibujos de Bahía me parece que vas a hablar de Lisboa, deben ser ciudades muy parecidas, ¿no?

EL AVENTURERO dijo...

tienen cierto parecido, es cierto, dos ciudades atlanticas, cada una a una orilla
un dia de estos te voy a poner un dibujo de una iglesia que la hicieron en lisboa y se la llevaron a bahia piedra a piedra

JoFz dijo...

Ya sabes que yo estuve medio viviendo en Lisboa, por eso le tengo tanto cariño.
Será un poco como Cádiz y La Habana, ¿no?

EnfermeraDeNoche dijo...

Qué racha de comparaciones de tiempos pasados con esclavos puteados y felices tiempos actuales.

Si progresar a mejor es estupendo :)

Anónimo dijo...

o sea que a los adúlteros no les azotan, pero a los esclavos huidos, los delincuentes comunes y las prostitutas que van por libre se le sigue azotando???

EL AVENTURERO dijo...

no, kire, creo que a los esclavos huidos, los delincuentes comunes y las prostitutas que van por libre tampoco les azotan ya

gus, bahia tiene una herencia portuguesa muy clara, pero tambien hay arquitectura colonial, favelaS, edificios genuinamente brasileños, y en eso no se parece a lisboa, pero tienen en comun las cuestas y un rio que parece un mar

edn, tienes razon, ya basta de esclavos puteados, pero es que la memoria de la esclavitud esta muy presente en bahia, es el estado de brasil con mAs poblacion negra y ademas, no puedo negarlo, es que las historias en las que media la crueldad me resultan muy llamativas, es una faceta idescifrable del alma humana

GUANDARRRR dijo...

Joe, vengo del blog de enfermera de noche.. que postea esta vez sobre la Biblia y me ha hecho recordar a un ex. Llegó aquí y me encuentro con los castigos sado-moralistas.
Qué os han dado hoy?? con el día tan bonito que hacía por la mañana...
Al menos es bueno ver que hay cosas que cambian para mejor :)

lenoreanabel dijo...

Mira que me encanta viajar contigo, tus dibujos y tus textos, así puedo estar en sitio que no he estado nunca y en los que espero alguna vez estar. besos al aventurero.

Alorza dijo...

Hermosa ilustración, por cierto.

G.M. dijo...

me encantan tus viajes morrocotudos!! Te dejo salu2

isaac dijo...

hacía tiempo que no me pasaba por aquí, eh? siempre es una gozada leerte y ver los preciosos dibujos que nos regalas.

tengo un amigo que lleva tres años seguidos visitando Salvador de Bahía... está enamorado del lugar y de las garotas

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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