martes, 7 de agosto de 2007

Pera Palace Hotel

El Pera Palace, el mas legendario de los hoteles de Estambul, fue inaugurado en 1882 para alojar a los viajeros del famoso Orient Express... el Sha Riza Pehlevi, el Rey de Inglaterra Eduardo VIII, el Rey de Bulgaria Ferdinando, el presidente de Yugoslavia Tito, Jackheline Kennedy, Giscard D'Estaing, Josephine Baker...

La habitación 10 fue ocupada por Atatürk. Greta Garbo se alojó en la 103, Ernest Hemingway prefería la 218; la de Mata Hari era la 401 y la 304 estaba reservada para Sarah Bernhartdt.


Agatha Christie escribió su Asesinato en el Orient Espress en la 411, y tal vez en esa habitación quiso depositar su último misterio: El 7 de marzo de 1979, la vidente estadounidense Tamara Rand conectó vía güija con el espíritu de la escritora, en una sesión con el más allá retransmitida por distintas televisiones de EE.UU. Agatha Christie, desde ultratumba, le desveló que la llave del baúl que contenía su diario personal estaba escondida bajo el suelo de su habitación en el lujoso hotel de Estambul.

7 comentarios:

gus aneu2 dijo...

¿Y estaba?

EL AVENTURERO dijo...

yo creo que la cosa quedo ahi, porque los dueños del hotel no quisieron desmontar tan fructifero misterio ni estropear el parqué

Wendy Pan dijo...

Hay muchas otras formas de abrir un baul, queridos (es que no veis la tele?).
Oh! caro aventurero! En cuanto has mencionado el maravilloso tren transiberiano he pensado en la querida tia Agatha.
Y parece que ese hotel es la "pera", jejeje no he podido evitarlo...Quien pillara una habitación, ains!

lenoreanabel dijo...

Ohhh, me encantan estas historias de ilustres huéspedes. Agatha christie, ya me la imagino pergreñando la historia de Asesinato en el Orient Express en esa habitación, pensando en que ingeniosa frase poner en boca de mi adorado hercules poirot! Me encata la peli dirigida con lumet, siempre que la pasan por la tele me engancha con ese peazo reparto: Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Sean Connery, Albert Finney, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave,...igual que muerte en el nilo, egipto me tira tanto...

gus aneu2 dijo...

Yo antes viajaba siempre con una navaja suiza en el bolsillo para este tipo de búsquedas imposibles. Ahora con los aeropuertos como están ya me da miedo hasta levar un libro de tapas duras.
En fin, ya sólo podremos encontrar lámparas mágicas de esas de frotar.

Wendy Pan dijo...

Oh, no no no! "Hercul Puaró", siempré será forever and ever again mi siempre adorado Peter Ustinov, ÉL era the ona and only, el original el definitivo. Es el único fallo de la peli del ORIENT EXPRES..., una penita

El Maestro de Esgrima dijo...

Hay un libro de Manu Leguineche "Hotel Nirvana" donde comenta historias de hotele, visitantes ilustres y ane´cdotas (Agatha Cristie, Hemingway, Attatürk...etc)por si a alguien le interesa. Creo que es altamente recomendable.

Saludos.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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