La Piazza di Spagna es una de las más famosas de Roma por la popular escalinata de 135 peldaños que permite ascender desde la Fontana della Barcaccia -diseñada por Bernini en el año 1627- hasta la Iglesia de Trinitá dei Monti. Su hispánica denominación se debe a que allí mismo se encuentra la Embajada de España ante la Santa Sede. La escalinata fue inaugurada por el Papa Benedicto XIII en el año 1725 y restaurada en 1995. Está decorada con varias terrazas y jardines y, durante la temporada de primavera y verano, la ornamentación floral aporta una explosión de aromas y colores.
La zona está abarrotada de turistas, pero parece que la afluencia de guiris viene de antiguo. De hecho los romanos habitualmente la llaman el "ghetto de l´Inglesi". Y es que los artistas ingleses del siglo XIX, que venían a hacer el Gran Tour, tendían a asentarse por aquí: Keats, Shelley, Lord Byron… A los pies de la famosa escalinata, se puede visitar la casa donde John Keats falleciera víctima de una tuberculosis a la edad de 25 años. Tambien Berlioz rulaba por aquí, y se jactaba de que en alguna ocasión “hubo de desenvainar su daga para poner en fuga a unos sicarios que acechaban en la escalinata de la Trinidad del Monte”.
En una capilla de San Giovanni Laterano se conserva la Scala santa. Según la tradición son las escaleras del palacio de Pilatos en Jerusalén, por donde ascendió que Jesucristo en el Viernes Santo, llevadas a Roma en el siglo IV por Santa Helena, madre de Constantino.
La escalinata tiene 28 peldaños de mármol de Tiro, que en la actualidad están protegidos del desgaste por unos tableros, debido a la gran cantidad de peregrinos. Pero a través de espacios cubiertos por cristal, se pueden apreciar aun hoy unas manchas que se atribuyen a la sangre derramadas por Jesús de Nazaret en estos peldaños, camino del Calvario.
Al final de las escaleras está la capilla conocida como el Sancta Sanctorum (Santo de los Santos). Recibe su nombre por la cantidad de reliquias que ahí se conservan, como la imagen de Cristo “akeropita”, que quiere decir “no pintado por mano humana”.
En la noche del 20 de septiembre de 1870, Pío IX subió de rodillas las escaleras y desde arriba bendijo a los fieles. Después se encerró en el interior del Vaticano y nunca mas salió. Las tropas italianas estaban a punto de entrar en Roma y poner fin al poder temporal de los Pontífices.
Actualmente el Campo di fiori es una plaza con mercado matutino, ambientazo a todas horas y muchos locales para darle al pimple, pero a lo largo de la historia este rincón se ha visto demasiado a menudo enturbiado por acontecimientos luctuosos.
Fue escenario de ejecuciones públicas, como la del filósofo Giordano Bruno, cuya estatua se levanta en mitad de la plaza, en el lugar exacto en que fue arrojado a la hoguera.
Creo que fue tambien alli donde Carvaggio, siempre temperamental, se cargó a un tipo que le habia ganado en un juego de pelota. A raiz de ese pronto, el mas grande pintor del barroco tuvo que huir de Roma y vivir en el exilio durante el resto de sus dias. Para conseguir el perdón papal, Carvaggio pintó el cuadro Salomé con la cabeza de Juan el Bautista, en el que la cabeza decapitada del bautista es la del propio artista.
He presentado este dibujo para el concurso de carteles de Fiestas de Bilbao.
El jurado seleciona seis entre los presentados para que el público decida el cartel ganador mediante una votación popular.
El mio ni siquiera ha resultado seleccionado entre esos finalistas.
Que triste es la vida de los no seleccionados, condenados como Sísifo a trabajar una y otra vez, sin que nuestro esfuerzo encuentre ninguna compensación.
La estatua de pasquino es un fragmento de un obra helenística, probablemente del siglo III a.C. Representa a un guerrero heleno, quizas Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo moribundo.
En el siglo XVI, un tal Pasquino, barbero o sastre de ingenio afilado, empezó a colgar de la estatua trozos de papel con versos satíricos, exponiendo sus pensamientos políticos, criticado el gobierno de los papas y, en general denunciando injusticias.
De ahí viene la palabra pasquín en español, que significa lo mismo, una nota o protesta escrita en un papel y pegada en la pared o en cualquier lugar callejero.
Esta costumbre ha llegado hasta nuestros dias y la Estatua parlante de Pasquino sigue siendo una tribuna libre para protestas anónimas. Cuando la vimos habia algunos versos jugosos sobre Villa Certosa y las belinas de papi Berlusconi.
En la Plaza Venecia se yergue un enorme monumento de mármol blanco, dedicado a Vittorio Emanuele II, el primer rey de la Italia unificada. Fue inaugurado en 1911 y mide mas de 80 metros de altura. Alberga la tumba al soldado desconocido, iluminada por una llama eterna. La mayoria de los italianos detesta este monumento. Giovanni Papini lo definió como “un lujoso urinario”. Popularmente tambien se le atribuyen otras denominaciones honórificas, como la “tarta nupcial” o la “maquina de escribir”. Realmente es una construcción pomposa y arrogante, pero hay que reconocer que tiene su puntito.
Lo peor de todo es que avasalla y arrincona nada menos que a la colina capitolina, el centro de poder romano desde el origen de la ciudad. El Capitolio, desde cuyas escaleras Bruto arengó a las masas con la sangre de Julio Cesar aun caliente; donde Petrarca fue coronado con laurel; donde se venera la milagrosa imagen del santo bambino de Aracoeli, tallada en madera de un olivo de Getsemani; donde se conserva la única estatua ecuestre de bronce de la época imperial, instalada en una plaza diseñada por Miguel Angel. Todo eso ha quedado reducido a la trastienda del Monumento a Vittorio Emanuel.
La Fontana di Trevi, fuente barroca de unas dimensiones apabullantes para una plaza tan pequeña. Es uno de los iconos de la ciudad eterna, particularmente desde que Fellini la inmortalizara en “La dolce vita”. La exuberante Anita Ekberg llamaba a Marcello Mastroiani para que se reuniera con ella bajo los caños de la Fontana. Cuando el paparazzi (término inventado por Fellini) está a punto de besar a la empapada valkiria, la fuente enmudece y se hace el silencio. Está empezando a amanecer y el sueño se desvanece súbitamente.
Una imagen imborrable para el lugar donde desembocaba el Accua virgo, el acueducto de la época imperial que durante siglos discurrió desde aquella fuente descubierta por una virgen.
La tradición manda arrojar una moneda a esta fuente para asegurarse el regreso a Roma. Y dado que uno nunca puede dar por recorrida esta ciudad inagotable, se junta un dineral en el lecho de la Fontana.
Un dia a la semana los operarios municipales recogían la mónedas y se las entregaban a Cáritas. Pero el resto de los dias un parado romano, Roberto Cercelleta, también conocido como "D'Artagnan", se metia en el agua y se llevaba una recaudación que puede ascender hasta 500 euros. Hace poco el ayuntamiento ha decido privarle de su lucrativa actividad recogiendo el dinero diariamente. En protesta, D'Artagnan se subió a uno de los caballos de piedra travertina del conjunto monumental y se dio varios cortes en el abdomen con una navaja, mientras profería gritos contra el alcalde.
La Bocca della Verità es una antigua escultura romana que representa una máscara del dios Tritón y que atrae a los turistas de todo el mundo, sobre todo desde Gregory Peck se la mostrara a Autrey Hepbutn en la película Vacaciones en Roma. Parece que en origen fue una boca de alcantarilla que desaguaba hacia la Cloaca Maxima. En la Edad media fue trasladada al pórtico de la Iglesia de Santa Maria en Cosmedin. Tambien de esta época procede la leyenda que atribuye a la Bocca della veritá una función de detector de mentiras, de manera que cuando un mentiroso mete su mano dentro del hueco de la boca, ésta cierra sus fauces de inmediato y amputa la extremidad del embustero.
Yo siempre he ondeado la bandera de la verdad y la honestidad, y desde la presentación de este blog me he postulado como “amicus veritas”. Asi que sin dudarlo introduje dentro de la boca no solo una, sino ambas manos. Ahora tengo que usar los pies para hacer estos dibujos, como los de Ars mutis. Y no me hagais deciros con que estoy tecleando este texto.
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.
"En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo..."
"En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo..." comenzaba sus alocuciones el capitán Tan, sea cual fuera el tema de conversación. Inmediatamente sus interlocutores (especialmente el tío Aquiles, inolvidable Miguel armario) dejaban de prestarle atención, sabedores del escaso interés de sus anécdotas.
¿Tendré acaso yo mejor acogida con mis sucedidos? ¿quien soy yo para compararme con el legendario capitán, pionero de los grandes exploradores?