jueves, 26 de noviembre de 2009

Chinatown


En el dibujo la tienda mas antigua de Chinatown, Quong Yuen Shing & Co. Además de ultramarinos también servia de oficina de correos, prestamista para los emigrantes asiáticos y lugar de encuentro.

Muy cerca se reunían los Tongs, una especie de sociedades secretas dedicadas, en principio, a proteger los intereses de sus miembros, aunque en realidad manejaban todas las actividades delictivas del barrio. En 1870 ya controlaban la prostitución, el juego, la usura y los fumaderos de opio.

En 1924 la Guerra de los Tongs asoló Chinatown, con el enfrentamiento entre los Hip Sing y los On Leong que se disputaban el control de las calles. Durante cinco años abundante hemoglobina fluyó hacia las alcantarillas del bajo Manhattan

Actualmente los Tongs son asociaciones culturales y sociales que proporcionan auxilio a los recién llegados y los días festivos organizan larguísimas sesiones de estridente ópera china.


domingo, 22 de noviembre de 2009

Central park

En el año 1929, desde un escenario de Broadway, Groucho Marx analizaba la crisis económica con reflexiones que hoy resultan de rabiosa actualidad: "Yo no entiendo mucho de economía, pero sé que cuando los neoyorkinos alimentan a las palomas de Central Park la cosa va bien, pero cuando son las palomas de Central Park las que alimentan a los neoyorkinos hay que empezar a preocuparse"

jueves, 19 de noviembre de 2009

Zona 0


Tal que el 11 de septiembre bajamos hasta la zona cero. Se cumplían ocho años desde que dos aviones secuestrados derribaron la torres gemelas del World Trade Center, dejando una huella de devastación en la ciudad como no habia conocido en toda su historia.

Allí sigue sin haber nada, solo grúas y un inmenso agujero rodeado por un alta valla, como para ocultar a los viandantes el contorno de la devastación.

Llueve intensamente y un viento implacable azota la mañana, acentuando el dramatismo de los actos de duelo. Tristes melodías interpretadas por una banda de música del Cuerpo de bomberos, en uniforme de gala, inundan el aire de solemnidad, mientras familiares y allegados leen en público la lista de todas las victimas en un intento vano de rescatar sus nombres del olvido.

Unos manifestantes llevan unas pancartas que dicen “The 11/S was a inside job”


lunes, 16 de noviembre de 2009

San Gennaro





La mejor época para visitar Little Italy es mediados de septiembre, cuando se celebran las fiestas de San Gennaro, el santo napolitano que licua su sangre cada año.

Es una celebración popular y verbenera, muy del gusto del aventurero.


Sacan al santo en procesión, y los parroquianos recubren su manto con piadosos dólares. En los puestos de comida brillan las manzanas de caramelo junto a montañas de salchichas del grosor de un brazo. El olor de la fritanga embriaga todos los sentidos.

Entre las casetas de tiro de temática variada, destaca esa en la que cuando se acierta a una diana, se acciona un mecanismo que hace caer a un payaso en un tanque de agua gélida.

Y las atracciones de feria son de traca. Había incluso un carromato en el que se exhibia a la Niña-cocodrilo, burdo hibrido de humano y lagarto, que aguantaba con estoicismo las preguntas de los borrachos.

En fin, como una fiesta de pueblo de los años sesenta pero en el centro de Nueva York.


viernes, 13 de noviembre de 2009

Little Italy


Little Italy está siendo progresivamente devorada por Chinatown. Los chinos han desplazado a casi todos los italoamericanos, que se han ido trasladando a otras zonas mas periféricas, refundando sus comunidades en Brooklyn y Queens. Actualmente Little Italy se reduce a las calles Mulberry y Bleecker, donde todavía quedan un puñado de buenas pizzerías y trattorias.

Aunque algunos de estos ristorantes los regentan orientales, el barrio todavía conserva un poco de ese sabor napolitano, y cuando miras hacia las azoteas no te cuesta imaginar a un joven don Vito Corleone tratando de prepararle una emboscada al viejo capo de la mafia local.

Precisamente hasta hace pocos muchos años se paseaba por Little Italy Vincent Chin Gigante, un esquizofrénico vestido con pijama y gorro de lana, hablando solo y boxeando con su sombra. Los turistas no podían sospechar cuando se cruzaban con este tonto del barrio que era el hombre que dirigía personalmente el clan Genovese, la familia mafiosa más sanguinaria de Nueva York. Durante años se hizo pasar por loco y le funcionó hasta que en 2002 fue detenido y reconoció todo el montaje ante la fiscalía.


miércoles, 11 de noviembre de 2009

El rey Kong

De las muchas imágenes memorables que nos ha ofrecido el Empire State, ninguna tan fascinante como la de King Kong encaramado en lo alto de su estructura derribando aviones como si fueran insectos.

El enamoradizo simio arrancado de las junglas protohistóricas de la Isla clavera, encuentra serios problemas para adaptarse a la civilización.
Rompe sus cadenas, recoge a su chica y se refugia en las alturas, en lo que entonces era el techo del mundo. Alli, cerca de las estrellas, se siente seguro, pero entre la artilleria aerea y las reticencias de la bella acaban derribando a la bestia.

Al respecto Enric Gonzalez cuenta una historia graciosa: En 1983 para celebrar el cincuenta aniversario del estreno de la película, un empresario californiano especializado en fabricar muñecos hinchables ofreció a los propietarios del Empire construir un King Kong de plástico de 40 metros, pagando él mismo los 100,000 $ que costaría, a cambio de la publicidad que iba a suponer.

El dia del evento la lona del muñeco se rasgó con el viento y se desinfló. El gigante se quedó como un colgajo negro bamboleandose y rompiendo cristales y ventanas con las sacudidas del viento, mientras los aeroplanos contratados dieron unas vueltas alrededor del trapo, sin saber muy bien que hacer, lo que debió dar mas sensación de fiasco al espectáculo.

Al final esta burda réplica infringió mas daños al edificio que los que causaba en la ficción cinematográfica y el coste de las reparaciones superó con mucho el presupuesto de la película.

martes, 10 de noviembre de 2009

desconocidas



Precisamente en el Meat packing district nos cruzamos con estas chavalotas. No tenemos ni idea de quienes eran pero debian ser famosillas porque tenian una nube de paparazzis alrededor. Yo me sumé a los profesionales y les tiré una foticos, mientras la aventurera suspiraba "ya está éste otra vez".
Teneis idea de quienes pueden ser? Os suenan de algo?

domingo, 8 de noviembre de 2009

El Distrito de la carne


Una zona que se ha puesto muy de moda es el llamado Meat packing District, al oeste del Grenwich Village, a orillas del Hudson.

Hasta hace muy poco había allí más de 200 mataderos, desde donde se repartía la carne a los restaurantes y carnicerías de la ciudad y alrededores. Además había unos cuantos antros propios de los suburbios portuarios, frecuentados por prostitutas, matarifes y nocturnos irredentos. Las drag queens se apostaban en las esquinas oscuras y las ratas llevaban una opulenta existencia gracias a los despojos cárnicos que iban arramplando.

En los últimos años la zona ha experimentado un cambio radical. Aun quedan treinta y tantos empaquetadores de carne, pero ahora conviven con las tiendas de moda más caras y los diseñadores más exclusivos, Stella McCartney, Lucy Barnes o Alexander McQueen, y unos cuantos restaurantes clubs de demasiado postín. Las botas encharcadas de sangre de los matarifes resuenan en los mismos adoquines que los tacones rojos de los Louboutin de las top-models. Un barrio de contrastes excesivos, al que yo no acabé de pillarle la gracia.

Lo que sí me gustó fue una especie de jardín recién inaugurado, que discurre sobre la antigua vía de una línea de metro elevado. Entre otros muchos detalles, habían puesto tumbonas para que la gente pueda tumbarse un rato al sol, infraestructura que yo aproveché para echarme una siesta de Padre nuestro y orinal.


jueves, 5 de noviembre de 2009

The Flatiron

El trazado transversal de Broadway deja curiosos edificos en las esquinas, al cruzarse con las avenidas. Uno de los mas emblemáticos es el Flatiron, en el cruce con la calle 23 y la 5 avenida, que surge como una afilada proa de barco, apuntando hacia Times Square.

Su verdadero nombre es el Edificio Fuller, pero todos lo conocen como el Flatiron, por su parecido con una plancha. Construido en 1903 por el arquitecto Daniel Burnham, de la escuela de Chicago, alcanza los 87 metros de altura y su fachada sigue las proporciones de las columnas griegas clásicas. Un siglo después de su construcción, el Flatiron sigue siendo un hito arquitectonico.

La forma aerodinámica del edificio tuvo tambien un efecto perverso: cambió el curso de los vientos en la zona produciendo un efecto chimenea. A menudo la policía tenia que expulsar a los mirones que se apostaban en la calle 23, porque el viento levantaba las faldas de las mujeres que pasaban y dejaba al descubierto, en toda su plenitud, sus excitantes tobillos. Con el tiempo se extenderia el término “hacer la 23” para denominar a las practicas de voyeurismo.

Yo mismo fui varias veces desalojado de la zona por las fuerzas del orden. “Tu, flatirón, vete a hacer la 23 en otra parte” me decian. Hasta que descubrí la Semana de la moda.


martes, 3 de noviembre de 2009

Broadway!

Moverse por Manhattan es bastante fácil, gracias al trazado rectilineo del mapa. Una docena de avenidas recorren la isla longitudinalmente de norte a sur, con el eje central de la 5ª que divide el este y el oeste. Y en perpendicular las calles, que atraviesan la isla a lo ancho, siguiendo una numeración correlativa desde Houston hasta la ciento y pico en Harlem. Cada ocho calles o así hay una mas ancha con doble sentido de circulación.

Broadway, una de las pocas calles que rompen la cuadricula, les salió torcida. Y es que Broadway sigue el serpenteante trazado de un sendero de caza de los indios algonquinos, los mismo que les vendieron Manhattan a los colonos holandeses por 24 dólares. En aquella época los castores abrevaban en Times Square y los pumas acechaban en los bosques de Harlem. Poco que ver con el bullicioso Broadway actual, plagado de teatros y luces de neon. Es el reino del music hall, con obras que llevan decadas en cartel. "There is not business like show business”.


Por esos escenarios han pasado Orson Welles, Katherine Hepburn, Judy Garland, James Dean, Paul Newman, Dustin Hoffman, Antonio Banderas, Yul Brynner. Todos los grandes actores han querido sentir el calor de los aplausos en directo, y que mejor sitio que Broadway para probarlo.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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