viernes, 22 de enero de 2010

Testamentaría



Una noticia que ha aparecido en la prensa estos dias y que me ha divertido sobremanera: Un millonario menorquin lega toda su fortuna a los principes de Asturias y a los nietos del Rey.

Al parecer la fortuna del finado, Juan Ignacio Balada Llabrés, está formada por fincas rústicas y urbanas, valores inmobiliarios e inversiones en Bolsa y constituye la mayor fortuna personal de Ciutadella, que puede alcanzar varias decenas de millones de euros.

Fuentes de la Casa Real han precisado que los Príncipes no habían mantenido nunca contacto alguno con Balada ni sabian nada de él hasta que el albacea se puso en contacto con ellos hace unos días para comunicarles lo dispuesto en su testamento por el empresario.

Lo gracioso es la cara que se les habrá quedado a los familiares, allegados y causahabientes al escuchar el legado de su potencial benefactor, monárquico convencido, hemos de suponer. Podría haber legado su fortuna a las Hermanitas de la caridad o al fontanero, pero se la ha dejado a los príncipes, seguro que para joderles mas.

Me ha recordado una fantasía que contaba Luis Buñuel en sus memorias. El director aragonés imaginaba divertido su propio fallecimiento, tras el cual el notario designado citaba a la familia Buñuel para la apertura del testamento.

Así que se reunían en la notaría la desconsolada viuda, sus atribulados hijos y el resto de la descorazonada parentela. El fedatario público rasgaba el sobre y procedía a leerles las últimas voluntades del cineasta: “lego todos mis bienes, muebles, inmuebles y semovientes, y todo el dinero que tengo depositado en los bancos a … Reckefeller!”

9 comentarios:

cosmopolitana dijo...

Ostras Pedrín! Qué joputa! Ostras ROckefeller!

cosmopolitana dijo...

Oye tú, dónde está tu anécdota?

Muskilda dijo...

Dinero llama a dinero, así que los demás seguiremos pobres economicamente, pero ricos de espiritu.
Por cierto, cotilleo, me ha dicho un pajarito que el aventurero cumple años el lunes, 25 de enero. Hay, veintidos primaveras que nos hace el chaval....

Wendy Pan dijo...

... y por eso lo han donado todo a beneficencia (sin contar lo que se queda el fisco, ejem).

Pero, Aventurero querido, yo creo que más que monarquico el hombre debía ser principesquico, no?

Judax dijo...

A este tipo de millonetis yo les mandaba a visitar al jardinero jefe del Topkapi, y sus bienes los repartía entre los pobrecitos miembros del consejo de dirección del BBVA antes de enviarles igualmente de visita al jardín, y sus bienes pasarían a otros consejeros que también pasarían por el Topkapi, y seguiría así pasando de bancos a farmaceúticas, emporios petroleros, etc etc etc ... hasta que todas las grandes fortunas queden concentradas en los principillos, ellos sabrán como administrar sabiamente tanto potencial por la gracia de dios.

El dinero debía tener fecha de caducidad, marrditos roedores

El Licenciado dijo...

Zorionak, Aventurero!!

Judax dijo...

Hoy si ... ZORIONAK !!!!!!!

EL AVENTURERO dijo...

gracias, muchachos

Anónimo dijo...

Supongo que Balada si hubiese legado su fortuna a las hermanitas de la caridad, habría pasado sin pena , ni gloria.
Ahora como los euros se los ha dejado a la realeza, pasará a la historia.
Cosas de tipos que solo piensan en si mismos.
O nos daran alguna sorpresa diciendo que conocia a .............

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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