Santa Maria la Real
Antes de continuar la marcha, un ultimo y aburrido apunte histórico sobre Nájera. Aunque hoy es villa riojana, hubo un tiempo en que fue de Navarra, incluso llegóa a capital del reino, que en aquel entonces se llamaba el reino de Nájera-Pamplona. Así lo testimonia el monasterio de Santa María la Real, que fundara en el año 1032 el rey navarro García IV, conocido como "El de Nájera" puesto que allí nació, y vivió.
Cuenta la tradición, que estando de caza, Don García lanzó su halcón contra una perdiz y ambos se perdieron al interior de una gruta. Las siguió el monarca hasta el interior de la cueva y allí halló un altar con la imagen de la Virgen, y a ambos lados estaban, en pacífica convivencia, las dos aves, la rapaz y la torcaz..
En torno a la gruta mandó el rey edificar este soberbio monasterio, y a su muerte fue sepultado en su cripta, como tantos otros reyes posteriores. Vanitas vanitatis. El Panteón de los Reyes conserva hasta treinta sepulcros de monarcas castellanos y navarros como García el de Nájera, Sancho el Noble, el infante Ramiro, Sancho II Abarca, Bermudo III de León, Sancho IV el Sabio de Navarra.
De todos ellos, el de mayor valor es el sepulcro románico de Doña Blanca de Navarra, aquella reina lánguida cuya sucesión provocó la guerra entre agramonteses y beamonteses, navarros de la montaña y la Rivera, por frenar las aspiraciones de su hijo, el primer Príncipe de Viana.
Siendo apenas una niña Blanca se había opuesto al apaño conyugal que le habían concertado con el rey de Sicilia, Martín, el Joven, hijo de Martín I el Humano. Por esta rebeldía ante el matrimonio, su padre la castigo a vivir recluida en un torreón de la Bardenas reales, sola y aislada, y sin más sustento que pan y agua. Se apiadó de ella un pastor que por allí remansaba sus ovejas, y le ofreció queso y leche. Años más tarde, siendo ya reina de Navarra y enviudada del siciliano, le regaló al pastor todas aquellas tierras.
Siendo apenas una niña Blanca se había opuesto al apaño conyugal que le habían concertado con el rey de Sicilia, Martín, el Joven, hijo de Martín I el Humano. Por esta rebeldía ante el matrimonio, su padre la castigo a vivir recluida en un torreón de la Bardenas reales, sola y aislada, y sin más sustento que pan y agua. Se apiadó de ella un pastor que por allí remansaba sus ovejas, y le ofreció queso y leche. Años más tarde, siendo ya reina de Navarra y enviudada del siciliano, le regaló al pastor todas aquellas tierras.
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