miércoles, 8 de agosto de 2012

El Hombre de Pekin

Nuestro primer destino es Pekín, última capital del pais y una de las ciudades mas pobladas del mundo.


Pekín llegó a ser la capital del Imperio en 1271, con la conquista del norte de China por las tropas mongolas, pero para entonces ya era una gran urbe, desde la época del Reinos Combatientes, incluso desde mucho tiempo antes. De hecho, esta ha sido una de las zonas mas antiguamente  pobladas del planeta, como lo atestiguan los restos fosiles pertenecientes al hombre de Pekín, un eslabon perdido entre el homo erectus y el homo sapiens, con mas de 700.000 años de antigüedad.

El Hombre de Pekín merece una pequeña reseña, por lo peculiar de su hallazgo y lo azaroso de su investigación. Sus restos fueron descubiertos entre 1921 y 1937, pero los primeros vestigios no aprecieron en excavaciones, sino en una botica de China, donde se vendían como huesos de dragón, muy demandados por sus propiedades afrodisíacas y curativas. Quiso la casualidad que uno de esos dientes fuera a parar a un científico sueco, que al analizarlos reconoció su pertenencia a un homínido extinto.

A partir de entonces y durante 7 años se llevaron a cabo excavaciones en lo que se conoce como Colina del Hueso del Dragón, desenterrándose fósiles de más de 40 ejemplares de adultos, jóvenes y niños. Hasta que en julio de 1937, en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, comenzó el asedio japonés al país. Ante la inminente invasión, en 1941 las autoridades chinas  decidieron enviar los fósiles a EEUU pero, en algún punto desconocido del trayecto, desaparecieron.

Aun asi, los paleontologos pudieron continuar con sus trabajos a partir de los moldes, los informes previos y las excelentes radiografías y fotografías llegando a la conclusión de que no eran una especie nueva, sino pertenecientes al homo erectus, el verdadero precursor del ser humano.

Hoy la búsqueda de esos restos continúa y desde 2005 existe una comisión china encargada de seguir las diferentes pistas. Las autoridades chinas incluso ofrecen una recompensa de 150.000 dólares por esos valiosos restos, de enorme valor para los paleontólogos.
N del A:
Yo mismo presenté unos huesos a la comisión, ante la sospecha de que podrían estar relacionados con aquellos vestigios paeóntologicos. Sin embargo, tras un breve analisis, los expertos rechazaron cualquier vínculo y me denegaron el abono de la recompensa al constatar que se trataba de huesos de pollo del contiguo Kentuky fried chicken.


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amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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