lunes, 26 de enero de 2015

chocolat



El otro dia casi por casualidad me encontré en una exposición en la galería Kalao, homenaje a uno de los  payasos mas celebres del siglo pasado. Alli me enteré de su fascinante historia
Su nombre artístico fue Chocolat pero en realidad se llamaba Rafael Padilla. Nació esclavo e hijo de esclavos, en la Cuba de 1868. Siendo niño fue vendido a un comerciante, no sé si de Portugal o de Portugalete, que lo dejó en una granja de unos familiares en Abanto y Zierbana. En cuanto pudo se escapó y con diez  años se vino a Bilbao, donde trabajó en los muelles y las minas de Bilbao la Vieja. Como era mas negro que un tizón le apodaron “el rubio”. Humor bilbaíno.
En los muelles de la villa, le descubrió el payaso Tony Grice cuando aún no había cumplido los 15 años, y como le pareció un chaval gracioso le ofreció ir a trabajar por Europa con su circo.
Llegan al Paris de finales del siglo XIX, y tal es el éxito que alli le ficha el Foottit, el mas famoso payaso de la época, que durante muchos años sería su pareja escénica en  el Nouveau Cirque.
Según el historiador francés Gérard Noiriel,  Chocolat se convirtió en uno de los personajes más populares de la vida pública francesa a finales de 1890. Aparece en películas de  los hermanos Lumiere, es amigo de Debussy, posa para su colega Toulouse-Lautrec…. Gana mucho dinero, pero igual que lo gana, lo gasta. Cierra bares. Invita a todo el mundo. Son los locos años de la belle epoque, la folies bergere! Oh, la-la, cést magnifique!
Foottit y él se habían convertido en un dúo exitoso, pero ambos encarnaban el estereotipo de la relación colonial. El payaso negro humillado por el payaso blanco aportaba un toque exótico a las representaciones, muy del  gusto del público.
En esa época se empiezan a impulsar los derechos humanos, y el Faro de la civilización que enarbola Francia, no se puede permitir un espectáculo como el que representan Foottit y Chocolat. No es admisible esa retrograda exhibición de supremacía racial.
En 1910 se cancela el número y el dúo se separa. Los intentos de Chocolat por triunfar en solitario fueron nulos y finalmente falleció en 1917 en Burdeos solo, pobre y alcoholizado. Su cadáver fue arrojado a una fosa comun. Por contra, su compañero  Foottit yace enterrado en el cementerio de hombres ilustres de Pere Lachaise, junto a celebridades como Chopin, Edith Piaf, Jim Morrison, Oscar Wilde o Cyrano de Bergerac.

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bien lo has contado! Muy interesante la historia. Gracias

Sonia dijo...

Menuda vida!
gracias por compartirla!

Anónimo dijo...

aquí, Foottit sería conocido como Zapatitos ¿no?

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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