miércoles, 14 de noviembre de 2007

Fez-el Jedid

Tras un largo peregrinaje a través de grandes urbes norteafricanas y acantillados rocosos, llegamos a Fez, capital intelectual y religiosa del reino alauita.
Nuestros amigos Marian y Mustafa nos acogen en su casa de Fez-el Jedid y comparten con nosotros su harira y su tallín. Que Alá les colme de bendiciones y les conceda tantos años como virtudes!


12 comentarios:

rubén dijo...

¡Sea! Yo en Fez no encontré al Minotauro.
La canción de Niyaz, preciosa.

Anónimo dijo...

law sa llah.

gus aneu2 dijo...

¿Será suficiente con una bendición por año en los tiempos que corren?

Anónimo dijo...

querido sinverguenza, inescrupulosamente deshonesta es su hiperbole sobre el conflicto con el lugar.
a fe mia, no se ha percatado de su funcion como instrumento receptivo y esconde maliciosamente la clave interpretativa para que se pueda valorar la importancia relativa de cada detalle (lease, su personalidad). como puede ser que luego de un estarcido de la ultima cena, termine eructando una vesanica bendicion urbi et orbi???, remedios tan inutiles que sirven como un parche a mi pata de madera.



padrino, quien es monedita de oro?

EL AVENTURERO dijo...

filcar, charlatan, no te escoondas en el anonimato

insha allah

Wendy Pan dijo...

Iba yo a poner mi coment, y me se borró, asín que me mosqueé y me fui.
Pero casi mejor..., hoy vengo con buena-nuevas:
LA SEÑORA MAYOR A RE-ABIERTO SU BLOG, AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH !!
Regocigémonos y volvamos al redil, compañeros (sea lo que sea que nos dure esta vez)..., eso si, sin dejar de viajar morrocotudamente

Anónimo dijo...

Yo también bendigo a quienes acogieron al Aventurero, y de paso le felicito por ser hoy San Eugenio aunque afortunadamente se parzca muy poco al santo:

San Eugenio I, papa de la Iglesia Católica entre 654 y 657).

Nació en Roma. Fue elegido Papa por expresa voluntad del emperador Constante II, un año antes de la muerte de Martín I, mientras éste era conducido en cadenas a Constantinopla. El clero romano y el mismo Eugenio I no se opusieron a la voluntad de Constante II, probablemente no por sumisión o miedo, sino por motivos de oportunidad. Tal vez no quería indisponer al emperador quien, por ejemplo, hubiera podido hacer elegir a un papa monotelista; o quizás dando muestras de condescendencia no se quiso comprometer aún más la ya precaria posición del papa Martín I.

No hay duda de que la actitud de Eugenio I fuera demasiado reverente y condescendiente, hasta tal punto que el Liber pontificalis le defino demasiado «benévolo, dulce y lleno de mansuedumbre». Se rescató hacia el final rechazando la epístola sinodal que le envió el patriarca Pedro, que contenía graves ambigüedades doctrinales en sentido monotelista, y negándose a suscribir una profesión de fe dictada por el mismo emperador. Antes bien, contestó a la provocación denunciando los abusos y las persecuciones que Martín I había sufrido por parte de la Corte imperial, haciéndolos de público dominio.

Habría recibido el mismo trato que su antecesor si mientras tanto no hubiese muerto. Prescribió que los curas tuviesen que guardar castidad perpetua.

gus aneu2 dijo...

Lo que era un periplo sin fin se está convirtiendo en un pozo de sabiduría:
la wiki morrocotuda, donde lo mismo aparece la jarretera de eduardo que la mitra de eugenio.
El que así nació y así es, no sé capitán, si te refieres a nuestro anfitrión es el gran bajito, si no, no sé.
Que gran notica Wendy, me doy una vuelta ya.

Tom Hagen dijo...

Molonas las canciones y sobre todo los dibujos aventurero...

EL AVENTURERO dijo...

ha vuelto la señora mayor? y como se llama su blog? sigue siendo blasfemadoresenelvorticedeluniverso o como se ññama ahora?

gracias, judax, por la hagiografia

me siento bastante identificado con eso de benévolo, dulce y lleno de mansuedumbre

Anónimo dijo...

bigardo sabandija, no me escondo en el anonimato, estoy bajo la sombra de la puerta de bab mahrouk para recordarte que el destino esta escrito.

padrino, supongo que me referia a alguien pero tu sabes, los caminos son inescrutables. joder, la mascara desenmascarada mas cara, aunque pense que se trataba del parado j.j.

Wendy Pan dijo...

El mismito de siempre oh, tú el gran San Aventurero el I,
y el del anonimato es por cobardía o puritita vagueritis crónica??

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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