jueves, 31 de julio de 2008

Burgos

Tengo buenos amigos en Burgos y, cuando tengo oportunidad, acudo con alegria a visitarlos: Andres, Angela, Eva, Roberto, Jose, Bethoven, la propia Alegria...

A pesar de la calidez de estas gentes, el aventurero que, valga la redundancia, se aventura en Burgos debe llevar una rebequita.
Excepto en verano.

El verano alli dura desde Santiago hasta Santa Ana. Los duchos en el santoral ya se habran dado cuenta de que el verano este año ha caido en viernes.






7 comentarios:

Martine dijo...

... Y dormir con manta... y despertarte las cigüenas... Pero Burgos es tan bonito... Y los quesos de San Pedro de Cardeña tan buenos y la Tizona y....

Besos Aventurero.

gus aneu2 dijo...

Ha sido ayer, dejo a nuestro admirado anfitrión que sea él quien ponga el enlace para darse cara, voz y ritmo a través de la magia de la televisión.

Jas dijo...

Hayvalahostia!!!...acabo de ver el vídeo de tu entrevista en el programa de La 2 (gracias Gus por el chivatazo) y me ha encantao...que calladito te lo tenías eh pajarón!!

Un abrazote y espero verte más veces por Plutón.

Valentin dijo...

que bueno lo de la entrevista, cuídate

Anónimo dijo...

aventurero de pegoleta!!!!!

qué bueno, me ha encantado verte en la tele del ordenador... del curro

jajajaja

saluditos, aventurier!

ángela dijo...

hola!!!!! de aventurero de pegoleta nada que con tu blog demuestras que tienes los ojos, los oidos y la memoria con muchos ram y bien abiertos...
ah! y antesdeayer por la noche no hizo falta rebequita....
qué bien tu reportaje pero ha faltado mi foto preferida....
besos

Wendy Pan dijo...

Ooooooooooooooooooh, un dibujín del Espolón, de mi Espolón, con agüelito incluido, qué monoooooooo !

Y sí, mancantau verte por la tele, aunque fuese a través del ordeñador. Que yo también he estao viajando morrocotudamente, aunque solo fuese entre-islas. Pero estar de-gratis en Menorca, na más que comiendo y cantando como decía una compañera (cosa que no es cierta, también ibamos a tomar el sol XDDDD) ha sido fantástico.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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