En 1937, despues de haber ocupado Shanghai, las tropas invasoras japonesas se dirigían hacia Nanking, que en aquella epoca era la Capital de China. A pesar de que la invasión era inminente, el Gobierno chino animó a los habitantes a permanecer en la ciudad: “aquellos que tengan sangre en sus venas deben preferir sentirse rotos como el jade a permanecer de una pieza como una vieja teja”, y por si tal soflama no resultaba convincente, cerraron las puertas de la ciudad amurallada dejando atrapados en su interior a medio millón de habitantes.
Miles de personas intentaron seguir al gobierno en retirada por la puerta de Xianguan, la única salida de la ciudad que permanecía abierta. Para llegar hasta ella, había que atravesar un tunel de 21 metros, donde quedaron atrapados miles de civiles. Era su única posibilidad de escape y había que intentarlo, porque los japoneses no tardarían en llegar, pero muchos murieron aplastados en medio del caos.
El 13 de diciembre de 1937, los japoneses entraron en Nanking y durante las siguientes seis semanas se dedicaron a masacrar a la población indefensa. Allí realizaron una de las matanzas mas sangrientas de la Historia. Según las estadísticas del año 1946 del Tribunal Internacional del Lejano Oriente, un total de 300.000 chinos, militares y civiles, fueron asesinados en 6 semanas, a sangre fría, a golpe de bayoneta, quemados, o enterrados vivos. Una tercera parte de las casas de la ciudad fueron quemadas y más de 20.000 mujeres fueron violadas.
La Matanza de Nanjing es un hecho innegable. Sin embargo, la versión oficial en Japón siempre ha negado la agresión de su país a China y los sangrientos asesinatos perpetrados por las tropas niponas en Nanking, llegando incluso a condecorar a algunos de los artífices de aquel genocidio.
Hay actualmente en Nanjing un Museo de la Masacre, que se encarga de de evitar que tan vergonzosos episodios caigan en el olvido, a la vez que aprovecha para ensalzar los logros del Partido comunista. Aquellos truculentos dias aparecen tambien reflejados en la película china Ciudad de vida y muerte, que hace un par de años ganó la Concha de Oro del Festival de cine de Donostia.
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.
"En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo..."
"En mis viajes por todo lo largo y ancho de este mundo..." comenzaba sus alocuciones el capitán Tan, sea cual fuera el tema de conversación. Inmediatamente sus interlocutores (especialmente el tío Aquiles, inolvidable Miguel armario) dejaban de prestarle atención, sabedores del escaso interés de sus anécdotas.
¿Tendré acaso yo mejor acogida con mis sucedidos? ¿quien soy yo para compararme con el legendario capitán, pionero de los grandes exploradores?
1 comentario:
Algún día habrá que hablar de las atrocidades de la Unidad 731.
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