jueves, 3 de enero de 2013

Puente sobre el Yang Tse



El rio Yang Tse es el mas gande de China y el tercero del mundo. Tiene una longitud de más de 6300 kilómetros   y es considerado, junto con el Río Amarillo, como la cuna de la antigua civilización china.

 En su largo trayecto, desde su nacimeinto en las mesetas tibetnas hasta su desmbocadura ebn la region de Shangai, se extienden valles fértiles y angostos desfiladeros se hunden entre pronunciadas montañas, como las famosas Tres Gargantas, donde se ha acometido una colosal obra hidroelectrica que ha anegado comarcas enteras.

Según se aproxima a la desembocadura, el Yang Tsé alcanza tal anchura que mas parece mar que rio, pues en algunos tramos apenas se divisa la otra orilla. De ahí que los puentes sean escasos y de complicada fabrica.

El primero que se construyó fue el puente de Nanjing, iniciado en 1960 y concluído en 1969. Con sus 5.773 metros de longitud, es una de las obras de ingeniería mas celebradas de la República Popular China, del que se sienten especialmente orgullosos.

Inicialmente lo proyectaron los rusos, pero cuando estaban empezando las obras,  en el año 1960 Jruschov se mosqueó con Mao por la cuestión de Taiwan  y le retiró todas las ayudas. Los soviéticos ordenaron la salida de todos sus expertos establecidos en el país asiático y cancelaron los proyectos de cooperación técnica . Los ingenieros rusos que estaban construyendo el puente de Nanjing se largaron llevandose los planos, y los chinos tuvieron que apañarselas como pudieron.

 Desde entonces, y sin que uuna cosa guarde relación con la otra, mas de dos mil personas se han suicidado tirandose desde este puente, lo que le confiere el dudoso honor de ser el lugar favorito de los chinos para desentenderse de este mundo cruel.


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amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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