miércoles, 31 de octubre de 2007

Kom Ombo


Kom Ombo es un templo dedicado a Pa Sobek, el dios cocodrilo. Quizás por eso se alzó sobre un promontorio en una curva del Nilo en un lugar donde antaño se solazaban los cocodrilos, al sur de Gebel el-Silsila.

Aquel atardecer paseábamos por la primera sala hipóstila de kom Ombo contemplando los capiteles campaniformes, los fustes grabados con los nombres de Ptolomeo XIII Neo-Dionisio y las escenas de ofrendas a diferentes divinidades.

Sorpresivamente, sobre un muro tras las columnas fasciculadas se nos apareció una silueta hierática. ¿A quien creéis que pertenecía? En efecto, lo habéis adivinado: Se trataba del mismísimo el príncipe Txabi, que ataviado con los atributos de Osiris, arengaba a los congregados. Portar los distintivos de Osiris significaba algo más que representar al rey de los muertos: personificaba todo aquello que muere para después renacer. Se convertía en el sol que se eclipsa cada noche para renacer a la mañana siguiente, en el Nilo que anualmente desarrolla su poder fecundador, cubriendo con sus aguas la tierra negra del Egipto, para después retirarse dejando a sus márgenes una fértil llanura.

Recreando los ciclos favorables, el príncipe Txabi distribuía entre los primitivos súbditos los elementos civilizadores, incitandoles a emerger de su animalidad.

Cuando lo cuente en Basauri no se lo van a creer.



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Está claro, el príncipe Txabi es un Goaul que se traslada a través de su propio Txapahai siguiendo al Aventurero en sus viajes. ¿Que intereses oscuros mueven a este personaje para seguir a nuestro amigo?

gus aneu2 dijo...

txabi humanizador.
otros héroes modernos son más humidificadores que humanizadores.

Wendy Pan dijo...

Aaaah, KomOmbo! Pensaba que hablabas del Teniente...
...y yo pensando, pos cuando estuve en su casa no vi nada de eso. Aunque la primera vez fue después de la mítica cena y nos quedamos casi todos casi completamente casi dormidos XDDD
Pero volví al día siguiente y no...
Vaya 3 colgaos te comentamos tus maravillas:
entre los Goaul y los humidificadores no se a donde vamos a parar...

PD: YO QUIERO UNA TXAPAHAAIIIIII !!

Anónimo dijo...

no agravieis al nebulizador.

gus aneu2 dijo...

Gran Filcar.
Cuanto se te ha echado de menos.

Wendy Pan dijo...

FILCAAAAAAR, ESTUVO AQUÍIIIII
... y nosotros pensando que le habíamos perdido para siempre, snif

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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