lunes, 17 de diciembre de 2007

PASAGEM

Enseguida de llegar, nos proporcionaron un bono para dos dias, que nos autorizaba, durante ese plazo, a utilizar cualquier medio de transporte y a cualquier hora, sin mas acreditación que el propio bono.

Este salvoconducto resultaria imprescindible para acometer nuestros planes, ya que nos permitia trasladarnos hasta cualquier punto de la ciudad en un tiempo impensable, y alcanzar nuestros objetivos con precisión matematica.


6 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Meeencaaaaantaaaaa !!
Al pobre BEnni lo tenían desterrado en la cafetería del Madame Tousso (cosescriba), pero yo me hice una foto (con el genial gesto de "a-la-orden") con su gemelo de cera, jejejejejeje

"Adeplus", Don Leonardo se llama Gil de primer apellido, y se lo acaban de llamar en el foro XDDDDD
LENNY HILL JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA

BEsote morrocotudo

PD: te vienes pal día D¿

gus aneu2 dijo...

Esta la tenía ya hecha de hace tiempo:
http://s182.photobucket.com/
albums/x301/jofz_2007/viajes
/Lisboa%20Tranvias/

Anónimo dijo...

No tienes dibujos? que es de lo que se trata?

EL AVENTURERO dijo...

wendy, el dia D es el 17? creo que sí que iré
gus, que guapas las fotos, tengo un dibujo para hacer del ascensor de bica con un encuadre muy parecido
anonimo, pero si no hago mas que poner dibujos

Anónimo dijo...

...salvoconducto que nos dio pan y gloria. Cómo si no nos hubieran dejado pasar en ese antro donde prevalecía la condición de 'sólo casadas o solteros' para poder entrar. Nosotros cumplíamos las dos condiciones y aún así hubo que tirar del salvoconducto. Momento glorioso. ¡Nada nos detuvo!

Wendy Pan dijo...

YABADABADUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU !!
Voy a ver a Baji, voy a ver a Baji, voy a ver a Baji jejejejeje

Gus, querido, mencantan tus fotos! No se si te lo he dicho alguna vez? ;) Esas dos del interior del tranvía donde se ve al conductor, esas sombras maravillosas que haces MMMMMMENCANTAAAAAN

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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