domingo, 9 de noviembre de 2008

SOS


Sos del rey católico, es una villa fortificada sobre un espolón de roca desde el que se divisa un amplio espacio de montes y vaguadas. Alli nació Fernando el católico, rey de aragon (el que montaba tanto, tanto montaba), y Berlanga rodó alli La vaquilla.

Situada en tierras fronterizas entre el reino de Navarra y el de Aragon, Sos se fortificó tempranamente, manteniendo en la actualidad todo su perímetro amurallado. Nosotros accedimos al casco urbano por la Puerta del Bueno, como no podia ser de otra manera.

En la plaza mayor encontramos estos soberbios arcos de lonja, y en uno de esos arcos una hendidura de una determinada longitud que determinaba la medida de la vara, unidad que se utilizaba para medir telas y otras mercaderías.

En esa misma plaza, en la fachada de un palacio renacentista había una inscripción tallada en la piedra a golpe de martillo y cincel.

"La maldición de la madre abrasa
y destruye a los hijos y a la casa"

Que mal rollo, no?


6 comentarios:

magic dijo...

Mal rollito ¡¡ pero el lugar es precioso ¡¡ tus dibujos y tus palabras son un primor ¡¡

Felicidades¡¡¡¡


Un abrazo

Wendy Pan dijo...

Y mí lo que me da mal rollo es que hasta para maldecir eran machistas, so meloneros medievales.

Menos mal que el paisaje soportalero es una maravilla.

Gracias por tus dibus y tus historias, Ventu.

Muskilda dijo...

Siempre me ha preguntado si a los que sueltan esas maldiciones machistas los parió una burra.

EL AVENTURERO dijo...

porque os parece tan machista? yo entiendo que es la mdre la que maldice a su progenie

------ dijo...

Ahí,ahí, Ugenio, ahí.

Anónimo dijo...

La madre castradora de Mamá cumple Cien años existe !Vive Dios! y esto no es machismo..es matriarcado del de siempre. Aventurero estoy sorprendida por tu ubicuidad. Que lo mismo nos tropezamos en el Sukela que nos deleitas con un dibujo maraviloso de SOS. Vas a ser un mago de verdad! Porque genio ya lo eras desde que supiste aquello de que una luz bonita hace bello lo más lúgrube. Besos desde Santa María

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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