jueves, 9 de agosto de 2007

el otro guanajuato


Guanajuato es una ciudad doble, su subsulelo esta horadado por un complejo trazado de tuneles subterraneos. El río que labró la cañada donde hoy se encuentra la calle del padre Hidalgo fue desviado hacia otras cañadas para evitar las crecidas. Sobre esta torrentera, en el siglo XVIII se levantó el piso dejando debajo un largo tunel. Partiendo de esta calle subterranea, a lo largo del siglo XX, aprovechando la ingeniría de los mineros, se tendieron puentes elevados, bóvedas, arcos de carga y largos túneles, que dejaron otra Guanajuato paralela bajo de la tierra: un reflejo lóbrego y asimétrico de la ciudad exterior.

Pero ahora dejenme que les refiera una sombria leyenda, que reverbera en las pálidas noches de Guanajuato cuando se escucha el eco de unos pasos en las solitarias calles.


Algunas noches, de una de las casas que dan a lo que fue el río de Guanajuato, hoy calle Hidalgo, surge una mujer indígena vestida con un camisón blanco que en brazos lleva un bulto pequeño envuelto en harapos. Llega a la plaza del Hinojo y allí, en el quicio de una puerta, deposita el bulto. Entonces, como espantada de su propia acción, exhala un alarido desgarrador, que perfora los oídos y aterroriza a quien lo escucha.

Esta afligida aparición dio origen a la leyenda de
La llorona, que tambien se atribuyen otros lugares de Mejico y que probablemente tenga un sustrato prehispánico. En cualquier caso, todas las versiones refieren a la fantasmagórica desconocida vestida de blanco y llorando amargamente la pérdida de sus hijos, a menudo ahogados por ella misma en un rio.




Sexto presagio funesto:
"Muchas veces se oía, una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Y a veces decía:-¡Hijitos míos!, ¿a dónde os llevaré? "
Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista

8 comentarios:

isaac dijo...

gran historia... cada ciudad tiene su propio fantasma... vivo o muerto.

y la ciudad tiene que ser preciosa por lo que se ve

gus aneu2 dijo...

De repente he mezclado "la Leyenda de la Ciudad sin Nombre" y los San Fermines y se me ha ocurrido que qué buenos encierros se podrían hacer en Guanajuato, sólo para corredores muy bragados, esos sí.

Anónimo dijo...

Creo que es en este lugar donde se le ha visto por última vez al Licenciado Valdés, intentando pasar por donante de órganos. ¿Qué ha sido del Licenciado?

Anónimo dijo...

que me he emocionado con Chavela, y mucho. Qué grande la tía, qué grande!

ahora me leo la leyenda de la llorona y me pongo a llorar, verás

(perdón por la rebuznancia)

EL AVENTURERO dijo...

isaac, realmente es bonito guanajuato, ya escribire mas cosas porque es un sitio muy curioso
gus, no esta mal traida la asociacion porque cpomo la ciudad sin nombre es uin sitio con minas de oro y plata, y muy cerca de alli en san miguel se celebran unos encierros en los que dejan los toros sueltos por el pueblo durante horas
anonimo, segun los ultimos partes, el licenciado se encuentra en un proceso de inmersion ligüistica en la euskadi profunda y no puede ser molestado por nadie
marina, he dudado entre varias versiones de la llorona, todas memorables, pero al final me he decantado por chavela, por esa facultad que tiene de llegar al fondo de los corazones

Wendy Pan dijo...

Guanajuato, siempre me ha gustado ese nombre, suena tan auténtico (auténticamente indígena).

También oí hablar de la llorona, pero no recuerdo dónde.

Mencantaría conocer la America de verdad (no yankilandia, que se les llena la boca con su autoproclamación de americanos, que no son).

princess dijo...

muy bonito Guanajuato, el nombre significa lugar de las ranas ;) y es precioso ir de paseo entre sus callejones junto con una estudiantina, ir en octubre al Festival Cervantino o un paseo guiado por algun niño :D
Les contaras del callejon del beso?
Saludos
Pd Hola Gus ;D

EL AVENTURERO dijo...

les contare lo del callejon del beso, princesss, pero mas adelante

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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