viernes, 10 de agosto de 2007

escambray

Con la ayuda de un nativo y dos famélicas cabalgaduras, el aventurero intenta escapar de la sierra de Escambray.

A lo lejos, mas allá del salto del Caburní, los tambores yoruba llaman a la lucha, mientras aun humean las hogueras de la noche anterior.


14 comentarios:

gus aneu2 dijo...

¿escapar con perseguidores?

Anónimo dijo...

venga aventurero! que sólo te queda el último repechito. A las 14:30:03 habrás escapado ya. Suerte!

Anónimo dijo...

..nuestro Aventurero parece revivir, más que 'El perseguidor', el relato de 'Reunión' (los dos de Cortazar) donde gente de su talante hacen lo posible por salvar algún mueble personal, como llegar al punto de reunión con las dos orejas completas, por ejemplo.

lenoreanabel dijo...

No sé si ya te lo he dicho antes pero a parte de que me encantan tus dibujos, la manera que tienes de ilustrarlos con tus palabras me transporta allá donde nos guías. Gracias aventurero. Cuenta esa aventura como pregunta gus, ¿te perseguían? Estoy intrigada. ;-) besos.

gus aneu2 dijo...

Que sorpresa encontrar a Lenorabel por la mañana, hola hola caracola

Wendy Pan dijo...

Hola chicos, hola Aventurero.
Cual Indiana Jones surcando las verdes y selvaticas espesuras, te persigan indígenas en pie de guerra o nubes de mosquitos:
vuela con tu famélico rocín, queremos que nos sigas contando más, siempre MÁS.

Besotes de tu Wendy lerendy

lenoreanabel dijo...

Hola a todos. Viernes y entro a currar pronto. menos mal que tengo una semanita de vacaciones, el sueño me mata que no estoy acostumbrada pero así sabré lo que es una tarde en condicines. jejeje. Mientras tanto es agradable recorrer el mundo con el aventurero, hace el trabajo menos pesado. ;-)

EL AVENTURERO dijo...

bueno, la verdad es que no me perseguia nadie ni nada, pero habia que echarle un poco de literatura

simplemente habiamos ido a ver unas cascadas y para volver teniamos que subir un empinado monte

yo ya iba echando pestes cuando me encontre de camino a un tipo que esperaba con sus caballos para hacer el negocio de la mañana.

por cinco dolares subi a caballo mientras los demas se deslomaban

gus aneu2 dijo...

Un buen aventurero no desperdicia una buena ocasión cuando le sale al paso, Sí Señor, eso y tu amor por la literatura te acredita como un atentico explorador.

isaac dijo...

mereció la pena subir hasta arriba? seguro que sí...

Jas dijo...

Reholitas a todos y en especial a ti Bajito. Al final no pude pasar en vacaciones por Bilbo aunque si lo hice por Donosti.

Ya hemos vuelto al tajo, a ver si actualizo mi blog que tengo novedades freskitas.

Un abrazote!!!

pep brocal dijo...

Me encanta! Da sensación auténtica de selva, sudor y mosquitos...:)

Anónimo dijo...

Tambores yorubas, olor a pólvora guerrillera, ascenso a caballo (cómo mi pariente Jhon Wyne!!!!!). Se hace difícil pensar que ayer me encontré con el aventurero y charlé con él, compartimos incluso unas patatas alioli. Que momento !!. Tan cerca, con aroma a aftersave selvático y su porte aguerrido. ¿El encuentro anuncia nuevas aventuras en un lugar tan recóndito cómo Bilbao? Sin duda, esperemos que nos informe cumplidamente

Anónimo dijo...

Ayer me encontré con el aventurero y compartimos unas patatas alioli. Que momento!, inolvidable, su conversación, su porte aguerrido, aroma a aftersave selvático con matices del desierto. ¿Que hacía por Bilbao?, seguro que esté lugar recóndito esconde aventuras y el nos las descubrirá.
Hoy conozco su crónica de la expedición al Escambray, tambores yorubas, olor a pólvora guerrillera, y a caballo cómo mi difunto pariente John Wyne. Este hombre es increíble.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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