miércoles, 8 de agosto de 2007

la alcaldia de berlin

La popularidad del alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, subió muchos puntos cuando declaró públicamente su homosexualidad. Pronto se convirtió en un icono del movimiento gay, junto con su pareja, un reconocido neurólogo, de manera que en el 2005 volvió a ganar las elecciones con una holgada mayoría, con el apoyo del poderoso lobby gay de la ciudad.

Sin embargo, en los mentideros municiplaes se comenta que el alcalde en privado demuestra una debilidad enfermiza por las mujeres hermosas y rubias, y no son pocos los dedos acusadores que le señalan, tachándole de heterosexual.



7 comentarios:

S dijo...

Parece que en política vale todo... aunque no debería.

Anónimo dijo...

qué vergüenza por dios!! dónde vamos a parar! heterosexual!!!

hala! pues ya no voy más a Berlin

Wendy Pan dijo...

No es cuestión de política, es la especie humana..., nunca estamos contentos con lo que tenemos, siempre deseamos no que no tenemos o lo que no podemos tener.
Siempre nos creemos con derecho a señalar a los demás (eso es algo que odio, ...aunque en un coro de ópera es de lo más divertido y común PERO NO ES LO MISMO).

Vivan los coros de ópera chaqueteros!

Vivan la gente libre (aunque sea un gay que le gustan las rubias, y no hablo precisamente a una "oriunda" de la isla de Lesvos) !!!

EnfermeraDeNoche dijo...

Pues por hipócrita que fuese yo lo votaría igualmente, oye. Pocos alcaldes son tan sacrificados..

lenoreanabel dijo...

Ahora parece que está de moda salir del armario. Lo que no entiendo es porque la gente tiene que declararlo públicamente, que tendrá que ver que sea gay o no con su trabajo como alcalde, es algo que nunca he entendido. Por cierto, Berlin es una de mis ciudades favoritas, solo he ido una vez en pleno invierno y me enamoró, ahora tengo ganas de volver en épocas más cálidas para pasear por es 'parquecito' que es tiergarten. Quero uno asina aquí!!!!!! ;-)

Mary Westmacott dijo...

Hola Bajito....Estoy recien caida del avion, asi que me tomare mi tiempo para leer loq ue me he perdido en estos dos meses...

EL AVENTURERO dijo...

que gracia, hoy solo habeis escrito las chicas
besos para todas

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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