martes, 28 de agosto de 2007

aste nagusia


Hola familia
Escribo esto en precario desde el cairo, pero ya os contare a la vuelta
Las fiestas de bilbao estuvieron bien, aunque excesivamente pasadas por agua
Hice este dibujo en la txozna en la que me tomo la mayoria de los kalimotxos, Sin Kuartel, y he querido representar a unos superheroes de barra (tal era el tema de estas fiestas) en pugna contra las fuerzas del mal, mientras se toman unos cacharritos.

cientos de personas mearon sobre este dibujo durante una semana


5 comentarios:

lenoreanabel dijo...

jajajaja. qué bueno aventurero!!!! eso si que son superhéroes! Me alegro de que todo vaya bien, disfruta de la visita nilótica y cuéntanos. Mañana me voy a vitoria a un festival de rock a pasar frío, espero, espero. aquí el calor es...que te voy a contar que estás en el cairo!!!!!!!!! ;-) besotes.

gus aneu2 dijo...

Qué sontrisa tan tierna tiene La Cosita, y el abanderado parece el espikili del nervión, y que decir del mosquito tigre.
Hablando de mosquitos, cuidado por allí, que los del Nilo tenían muy mala prensa.
Un abrazo

Wendy Pan dijo...

Que me haga qué??

Menos mal que son super-heroes (de barra) y no tuvo efectos secundarios sobre ellos el "tratamiento" del papel.

Cuidaté aventurero y vuelve sano y salvo (sin mordiscos de cocodrilo en las espinillas), pa contarnoslo todo, todo.

Jas dijo...

JAJAJA, que bueno el dibujo, me encanta. Aprovecha lo que te quede de vacaciones que la vuelta al cole esta ya cercana.

¡¡Que viva el kalimotxo!!!

Pedro M. Martínez dijo...

Me entero por un comentario que has dejado en otro blog que ha muerto Juan Mari (el del JK)
Lástima.
Le vi en julio y me impresionó su aspecto terminal.
Pobre hombre, estaba ya muy fastidiado.
Inolvidable pareja con su hermano Kepa.
He bebido de todas (o casi) las botellas de ron que tienen.
Descanse en paz.

Y saludos para ti.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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