miércoles, 16 de noviembre de 2011

Mediodía en el Vedado


El calor del mediodía ha vaciado las calles del Vedado. Tan solo un can despistado se atreve a desafiar la canícula. A media tarde llegará la tormenta tropical que refrescará el asfalto y las calles recuperarán su bullicio habitual. Pero mientras tanto, solo el perro y yo soportamos la intemperie, expuestos al inclemente sol. El perro husmea las basuras y yo agito los pinceles. O tal vez el perro agita las basuras y yo husmeo los pinceles. No sé, el calor me ha reblandecido los sesos.

A estas horas el Vedado, hace honor a su nombre y parece un territorio vedado a los humanos. Como tras el saqueo de La Habana por el pirata francés Jacques de Sores, cuando se prohibió trasnsitar por esta zona, entonces densamente arbolada, para evitar nuevos ataques desde el oeste de la Habana.


viernes, 11 de noviembre de 2011

Prueba conseguida



Ha llegado el día, amigos. Hoy es 11-11-2011.

Y no os hablo del gran sorteo del cupón de la ONCE, sino de mi firme propósito de adelgazar once kilos para este día, en apenas mes y medio. Y he aqui el triunfo de la voluntad: he conseguido mi proposito, vuelvo a ser un tio cachas.

Si nos vemos por las calles, podreis comprobarlo, aunque quizas no me reconozcais debido a mi extrema delgadez.


lunes, 7 de noviembre de 2011

Hotel Ambos Mundos


En una de las zonas más antiguas de La Habana Vieja, en la esquina de las calles del Obispo y los Mercaderes, se levanta el Hotel Ambos Mundos, edificio de arquitectura ecléctica terminado en el año 1923.

En sus habitaciones se han alojado Federico García Lorca, Ramón Valle Inclan y ¿cómo no? Ernest Hemingway. La habitación que siempre ocupó el escritor norteamericano ha sido convertida en un pequeño museo sobre su vida. Allí escribió "Crónicas de Pesca" y los primeros capítulos de la novela "Por quien dobla las campanas” en los años 30.

Del hotel dijo que "...era un buen sitio para escribir...", que para ser un premio Nobel, no es que se haya estrujado mucho el cerebro, pero eso funciona así. Es como si hubiese llamado al servicio de habitaciones para decir “se me han atascado el lavabo”, y como lo ha dicho Heminhway, acaba gravado y entrecomillado en una placa dorada, como una cita memorable.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Santeria

En los soportales de la plazuela de la Cienaga, justo al lado de la catedral, una santera echa las cartas a quien lo desee, le limpia de malos espíritus, pasmos y descom- posturas, o le procura la intercesión de los orixas mediante complejas imprecaciones



Kinkamachee gbogbo oricha, agbalabgba kinkamache

Salud a la que cuida orula
Permiso casa echu akuokoyeri,
Permiso a la esquina 3 y al árbol Jagüey

Ona kuni, obani Yeemi
Por el camino esté alerta, el venado es de Obatalá y la tormenta de Changó, señor del trueno



jueves, 3 de noviembre de 2011

La catedral habanera




Considerada como el exponente más significativo de la influencia del barroco en la arquitectura cubana, la Catedral de la Habana aparece citada en el Atlas Mundial "Los espacios del barroco", compilado por la UNESCO en 1994.

Erigida a un costado de la Plazuela de la Ciénaga, en la actual Habana Vieja, la iglesia ofició desde 1782 como santuario de los jesuitas quienes la mandaron a construir al lado de su seminario.

En 1789, con la división de Cuba en dos Diócesis, el primer Obispo de La Habana, José Felipe Trespalacios, la consagra como Catedral. El obispo Espada proyectó personalmente el altar mayor de la Catedral, en el que volcó su gusto neoclásico. El proyecto fue sometido a la consideración de la Academia de San Lucas de Roma. Los académicos expresaron: "No se ha hecho hasta ahora en nuestro dictamen otra obra más bella en este género".

Construida en una especie de piedra ostionera, roca sedimentaria muy porosa formada por restos de conchas marinas y piedras erosionadas del mar, en su interior destaca una robusta talla de San Cristóbal. Según tengo entendido, en su interior estuvo mucho tiempo enterrado Cristóbal Colón. O al menos allí estaban los mismos restos que ahora descansan en la catedral de Sevilla, también bajo la protección de un colosal San Cristóbal.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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