lunes, 23 de febrero de 2009

majo


Ya sabeis que no soy muy partidario de las fotos. Prefiero poner mis dibujos, que creo que reflejan la realidad con mayor fidelidad.

Sin embargo en esta ocasion quiero hacer una excepción para que veais como me agasajó la ciudad condal apenas puse el pie en sus calles. Gracias, barceloneros, por vuestra simpatica bienvenida. Yo tambien os tengo en alta estima.

Ah, y enhorabuena a Pe por su reciente oscar, aunque lo haya conseguido por ese sainete barcelones que nos ha perpetrado Woody Allen, mas tópico que las entradas de este blog.

jueves, 19 de febrero de 2009

Bisbe




He aqui otra bonita estampa de la ciudad condal: el puente neogótico del carrer del Bisbe, de inspiración veneciana. Creo que une el palacio de la Generalitat, con la residencia del' honorable.

Por debajo pasaba una caperucita roja con su lobo no tan feroz


martes, 17 de febrero de 2009

Codex seraphinianus


Hoy me ha llegado mi ejemplar del Codex Seraphinianus. Por fin, lo he conseguido despues de meses de busqueda y de marear a mucha gente (gracias Amaya, que te has pateado las librerias de media Italia) . Mi vida sin el codex era un infierno, pero ahora todo ha cambiado.

El Codex Seraphinianus fue escrito e ilustrado por el arquitecto italiano Luigi Serafín en la decada de los 70. Serafíni volvia de vivir en California, donde probablemente había abusado de los psicotrópicos, y al llegar a Roma se encerró en su estudio y se pasó unos años elaborando este trabajo: 400 páginas de delirio gráfico, una extraña enciclopedia multidisciplinar sobre una civilización imaginaria, escrita en un alfabeto inventado, “un lenguaje soñado” dice su autor.

En 1978 lo tenía acabado y listo para imprimir pero no recibió mas que portazos en todas las editoriales, hasta que se lo enseñó a Franco Maria Ricci, prestigioso editor de obras de arte y bibliófilo. Este erudito aristócrata realizó una lujosa primera edición de 30.000 ejemplares, que desaparecieron de las librerias en un visto y no visto. Enseguida empezaron a venderse por miles de dolares en las subastas y aun se pagan fortunas por conseguirlos, a pesar de la edición popular (y agotada) impresa por el grupo Rizzoli.

Italo Calvino o Fellini han escrito acerca de este códice y lo tiene en sus estanterías gente tan diversa como Tim Burton, Paul Mc Cartny, Borges . Y ahora yo tambien lo tengo. Que bien.


lunes, 16 de febrero de 2009

plaza real


Esa mañana invernal la aventurera se tomó un cafe, descafeinado de cafetera, en la Plaza real. La terraza era del Glaciar, la temperatura tambien.

La primera vez que fui a Barcelona, hace mas de 20 años, la plaza real me parecio un sitio inhospito, sucio, lleno de yonkis y maleantes, que acechaban en las esquinas, avidos de carteras incautas.
Sin embargo ahora resulta bastante acogedora, con sus terracitas y sus palmeras.



jueves, 12 de febrero de 2009

La muralla de Barcino

Al construir la plaza del Angel, donde se encuentra el hotel Suizo, se derribó una parte de la muralla de Barcino, que se mantiene a ambos lados desde el siglo IV, a lo largo de la calle del subteniente Navarro. Llama la atención que hay viviendas habitadas construidas dentro de estas murallas.

Del lateral del hotel Suizo parte la calle de Jaume I, que fue el Cardo Maximus de la ciudad romana, y se cruzaba con el Decumano en la Plaça Sant Jaume, donde mucho mas tarde l’honorable Tarradellas pronunció su histórica frase “Ja soc aquí” al volver del exilio.

martes, 10 de febrero de 2009

suizo

En BCN nos alojamos en el Hotel Suizo, en plena via Layetana y a 100 metros de la catedral. Y muy a gusto, oye. Nos asignaron la habitación 307, que daba hacia el chaflan y tenia dos balcones a la calle. Desde alli vigilábamos el devenir de la vida barcelonesa.

Habiamos leido en internet que el hotel era un poco ruidoso, pero no le dimos credibilidad. Pensamos que llamandose Suizo tenia por fuerza que ser un sitio tranquilo cuando recordamos aquellas palabras de Harry Lime: “En Italia, durante treinta años bajo los Borgia hubo guerras, terror, asesinato y sangre, pero alumbraron a Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. Sin embargo, en Suiza, han vivido en amor como hermanos durante quinientos años de democracia y paz, ¿y qué han conseguido? El reloj de cuco”.

jueves, 5 de febrero de 2009

Santa Ageda Bezperan

Aunque ya había escampado, la noche se había quedado fría y húmeda. Pero eso no les iba achantar. Era lo normal para un 4 de febrero. Como en tantos pueblos de Euskal Herria, cada víspera de Santa Ageda, el otxote Kaletarra cogía el farolillo y los palos de roble y salía por las siete calles a cantar las coplas de la festividad al ritmo de las makilas. Llevaban años haciéndolo asi, hubiera lluvia o granizo o terremoto.


Aintzaldun daigun Agate Deuna
bihar da ba Deun Agate
etxe honetan zorion hutsa
betiko euko al dabe.

Además, entre canto y canto, no faltaban unos txikitos para entrar en calor y entonar aquellas ocho gargantas de timbre grave y vibrante.

La parada en el bar de Kosme era obligatoria, porque estaba situado frente a la imagen de la Amatxu de Begoña y porque llenaba los vasos hasta el borde, aunque el vino era cosechero y peleón.

- Cóbrame esta ronda, Kosme- dijo Joxe Mari.

- No, no. Quita, que esta roda me toca a mí- intervino Peio, con su voz de tenor, ligeramente atiplada.

- Oyes, no le hagas caso, txiki, cobra de aquí- insistió Joxe Mari extendiendo un billete de 20 euros, tres mil y pico de las antiguas pesetas.

- Anda, anda, que tú ya has pagado antes, y además he comido una gilda.


- ¿Y que tiene que ver? Por dinero no va a ser.

- Ahí va la ostia, pues yo de dinero ando sobrado ¿que te crees?- se defendió Peio.

- Venga ya, que tu bastante tienes con llegar a fin de mes, txoriburu..

El camarero Kosme dio por zanjada la discusión, cogiéndole el billete de 20 euros, tres mil y pico de las antiguas pesetas.

Joxe Mari apenas tuvo tiempo de disfrutar su pírrica victoria, porque según se dio la vuelta, mientras guardaba el cambio en el bolsillo del pantalón Mahon, Peio le partió el cráneo con el palo de santa Águeda.

Y allí quedó el bueno de Joxe Mari, tendido en un charco de sangre que se extendía por la baldosa hidráulica. El resto del coro miró a Peio con desaprobación. Siete voces no son suficientes para formar otxote.


Culleretes

El primer día comimos en Can Culleretes, otro restaurante muy bueno y aun mas antiguo, situado en un callejón del Barrio Gótico, cerquita de la Plaza Real. Fue fundado en 1786, antes de la revolución francesa y no parece haber cambiado mucho desde entonces. Es según el Libro Guinness, el restaurante más antiguo de Barcelona y el segundo más antiguo de España.

Tres generaciones de la familia Agut Manubens preparan con mimo platos tan típicos de la cocina catalana como la escudella, el civet de cochino jabalí o la butifarra con judías secas, y los sirven a precios muy asequibles en el comedor decorado con fotos de Julia Gutierrez Cava, Mari Santpere y otros famosos asiduos del local.

martes, 3 de febrero de 2009

Senyor Parellada

El Senyor Parellada es un clásico restaurante del Born, muy proximo a Santa Maria del Mar.
A principios de siglo XX era una fonda, una casa de comidas con habitaciones, donde paraban los viajantes de la época. Según se desprende de un cartel antiguo que luce en la entrada, lo mismo les gestionaban un pasaje a las Americas que les procuraban una encuentro con las profesionales del sexo de la calle Avinyó que inspiraron a Picasso sus Señoritas de Aviñon.


Hoy es el restaurante del fino hotel Banys Orientals, pero todavía conserva un poco ese aire de fonda, con el comedor instalado en un gran patio interior y lámparas de época sobre las apretadas mesas.

La aventurera se coronó con unas manitas de cerdo con bacalao, mientras el aventurero, mas cauto, eligió una esqueixada de bacalao y fricandó. Se culminó la gloriosa velada con una crema catalana y unos carquinyolis a la antigua, acompañado de un anís badalonés, como le gustaba a Josep Pla, cliente ilustre e ilustrado de la Fonda.


amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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