No se puede abandonar
Evora sin haber visitado la tétrica Capela dos Ossos. Sus paredes y pilares se encuentran revestidas por innumerables calaveras y
huesos humanos, recogidos en los cementerios de la ciudad. Fue construida en el siglo XVI por los monjes franciscanos, que invitaban a reflexionar sobre la fugacidad y vacuidad de la vida, de acuerdo
con el espíritu de la Contrarreforma.
Por si el
mensaje no quedaba claro, en la
inscripción de la entrada: se puede leer: Nós ossos que aqui estamos pelos
vossos esperamos (Nosotros, los huesos que aquí estamos, por los vuestros
esperamos).
En el centro de la capilla, sobre sendas mesas, aparecen
dos cuerpos relativamente incorruptos. La leyenda quiere que eran padre e hijo,
y que el hijo maltrataba a la madre, con la aquiescencia del padre. Poco antes
de morir (no sabemos si a consecuencia de estois malostratos) la madre echó
sobre ellos una maldición: !Que la tierra de vuestras sepulturas no os
destruya!.
El exuberante Jardim Público fue diseñado por el arquitecto
y escenógrafo italiano José Cinatti. Aprovecha
parcialmente el trazado de uno de los antiguos baluartes de la ciudad y alberga
en su interior numerosos
rincones óptimos para el descanso y el viaje introspectivo:
los restos de un antiguo palacio real, lagos con cisnes, y hasta unas ruinas de pegoleta
El centro neurálgico de Evora es la plaza de Giraldo, asi
llamada en honor al caballero portugués de nombre Geraldo Sin Miedo (Geraldo
Sempavor) que conquistó la ciudad a los almohades en 1165 acompañado de un ejército de mercenarios, proscritos y aventureros. Este legendario guerrero, al servicio de Afonso
Henriques, primer rey de Portugal, conquistó varias ciudades a los musulmanes, a mediados del siglo
XII, tanto en Portugal como en Extremadura, y ya puesto también algunas a los
cristianos: Trujillo, Cáceres, Montánchez, Santa Cruz de la Sierra, Badajoz y
Lobón. Pero la toma de Évora está especialmente envuelta en la leyenda.
Al estar Évora en una planicie descubierta, solamente podía
avistarse al enemigo desde la atalaya de S. Bento. Geraldo aprovechó que el soldado
musulman que vigilaba desde esta atalaya
había cedido su puesto a su propia hija para retirarse a descansar. Escaló la
torre disfrazado del moro muza y degolló a la muchacha sin miramientos,
haciendo lo mismo a continuación con su padre. Entonces, pudo hacer desde allí
señales falsas a los guardias moriscos de
la plaza, que salieron en persecución de una partida de soldados que Geraldo
dispuso para distraerlos, en tanto conseguía, en la confusión, entrar en la
ciudad fortificada, apoderándose de ella.
Años mas tarde, tras bastantes batallas ganadas y alguna
derrota definitiva, se introdujo en Ceuta disfrazado, pero fue reconocido,
detenido, acusado de espionaje y degollado, en un periquete.
Una de las mas famosas fuetes
alimentada por las aguas del acueducto de la prata es la Fonte das portas de
Moura.
La fuente renacentista, es del siglo XVI y está enteramente realizada en mármol
blanco. Su silueta con forma de esfera, en alusión al poder de Portugal en todo
el orbe terrestre, es uno de los iconos de la ciudad. La inscripción escrita
alrededor de la gran esfera reporduce el Salmo 114,8 de la Biblia: QVI
CONVERTIT PETRAM IN STAGNA AQVARVM ET RVPEM IN FONTES AQVARVM ANNO 1556. (El Dios de Jacob, que
cambió la peña en estanque de aguas, y en fuente de aguas la roca)
Uno de los elementos mas representativos de evora es el Acueduto de la
Prata. Pensaba yo que lo habrían construido por los romanos, pero no. Aun asi
tiene un porrón de años. Se levantó en el siglo XVI, bajo el reinado de Joao III,
que encargó su diseño al arquitecto militar Francisco de Arruda, el mismo que
construyó la Torre de Belem, al sur de Lisboa.
El acueducto recorre 18 km desde la Herdade do Divor, donde se abastece de
agua, hasta llegar a las murallas de Evora, ofreciendo una estilizada silueta con
arcos que llegan a los 26 metros de altura.
Pero la parte mas cuqui trascurre intra muros de la ciudad, cuando los
arcos del acueducto se van reduciendo a medida que llegan al final del
recorrido del agua, y se van imbricando en la trama urbana. Allí encontramos
casas y tiendas que se han edificado adosadas al acueducto, componiendo
pintorescos rincones, como la Caja de Agua renacentista, de la Rua Nova. con su
amplio entablamento y sus 12 columnas toscanas.
"… ninguna ciudad
nuestra, salvo Évora, fue capaz de decirme con pureza y belleza que soy latino,
que soy árabe, que soy cristiano, que soy peninsular, que soy portugués…”
(Miguel Torga, 1942, Diario
II).
amica veritas, sed magis amicus plauto
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.