lunes, 23 de febrero de 2015

mañegu



 
En la Sierra de Gata, al oeste de la provincia de Cáceres, hay una zona en la que se conserva un antiguo dialecto conocido como fala, mezcla de portugués, gallego y asturleonés. Esta lengua se mantiene en tres pueblos: San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, y cada uno de ellos tiene sus propias variantes dialectales. Respectivamente mañegu, lagarteiru y valverdeiru.

Se nos hace extraña la influencia de idiomas geográficamente  tan lejanos como el bable o el gallego. Al parecer hay que remontarse a los remotos tiempos de la reconquista, cuando estas tierras fueron repobladas mayormente por asturianos. El secular aislamiento del Valle de Jálama ha conseguido el milagro de que estos peculiares dialectos se mantenga intactos hasta nuestros días.

Una paisana que se asoma tras un visillo, nos da profusas explicaciones sobre la riqueza lingüística del mañegu y su expansión. Asegura que su uso está muy extendido y que se habla incluso en Bilbao. Esta afirmación nos deja perplejos. La señora nos aclara que en realidad  no es que se hable mucho en Bilbao, pero que si dos nativos de Trebejo se encuentran  en el botxo, bien pudieran charlar un rato en su lengua local :“si se ayuntan, falan mañegu”
 
 
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martes, 10 de febrero de 2015

brasas




En el bar Picaporte de Hervás, se concentran los musicos mas hardcores de la comarca. Alli descontrolan, montan bulla y dan rienda suelta al rock que galopa por sus venas. Entre tema y tema, eso si, saborean una infusion sentaditos en las mesas camillas, al calor de los braseros de picón que caldean la pantorrillas bajo del faldon de encaje.



jueves, 5 de febrero de 2015

Hoyos


 

 El pueblo de Hoyos fue residencia veraniega del obispo de Coria, de ahí la pomposidad de su iglesia y de algunas casas solariegas.

Y eso que era la diócesis mas más pobre de la Península Ibérica. Esa fue la razón de que los Reyes católicos nombraran obispo de Coria a Francisco de Busleyden, hombre de confianza de Felipe, el Hermoso. Fue un caramelo envenenado, para quitárse al flamenco de en medio.
Y es que parece que en España nadie tenia en mucho aprecio a este eclesiastico de la corte,  porque miraba mas por los intereses de Flandes. Ni siquiera en esta villa de Hoyos debían apreciarle mucho “anda, tira para Coria, Busleyden,  que menudo veranito me estas dando” le diría algún burgomaestre local .

Murió Busleyden a la edad de 47 años, posiblemente envenenado, según mis recientes investigaciones.

domingo, 1 de febrero de 2015

LOSAR DE LA VERA




El viajero que llega a Losar de la Vera se sorprenderá al descubrir unos setos esculpidos con caprichosas formas,  flanqueando la entrada del pueblo.  A ambos lados de la carretera, estas esculturas florales engalanan los jardines: animales,  formas geométricas, figuras humanas… Al parecer, el jardinero del pueblo se quedó viudo, y empezó a tallar  formas en los setos, como homenaje a su mujer y  para mitigar el dolor de la perdida.

Y aun el pueblo depara otra inolvidable sorpresa: el bar Pelicano, regentado por un provecto motero, mas calvo que canoso, y que ofrece como tapa unas migas extremeñas que rozan lo sublime.

 


amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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