En estas tierras del norte de navarra siempre han tenido cierta propension a considerar brujas a las mujeres que se salían de la norma y cierta tendencia a pegarles fuego.
En el siglo XIV tuvieron lugar en Donibane Garazi varios procesos de brujería.
Jurdana de Irissarry, de profesión "herbolera", perece en la hoguera
en 1330. Alamana de Méharin es acusada de cometer sortilegios y enviada a
Pamplona para que la juzgue el Consejo Real. En 1338 una vecina de Lasse, acusada de bruja, fue recluida durante 35 días en una celda del castillo hasta que se logró arrancarle confesión. El titulo nobiliario de Condesa de Urritzaga no le libró de la hoguera.
Llama la
atención el edificio denominado la Prisión
de los Obispos (en el n.º 41 de la rue de la Citadelle) Se trata, en sus orígenes, de una construcción gótica bajomedieval (siglo
XIII) cuya datación es atestiguada por curiosas marcas de canteros (estrellas,
triángulos, puntas de flecha, flores de lys, letras). El interior es el propio
de un vetusto lugar de reclusión. Al lado de la escalera se halla el sombrío calabozo
cúbico, dotado de grilletes y collar, al que se accede por una puertecilla baja.
Uno se
pregunta si eran tantos los obispos reclusos, como para dedicarles una cárcel
para ellos solos. Y ya puestos no cuesta imaginarse, quizas en los tiempos del
terror jacobino, unos calabozos
atestados de prelados, con algun arcipreste henchido por las ínfulas. Cadenas y
mitras. Báculos y grilletes. Y sus diocesis tan descabezadas, como los cuellos
de sus ilustrísimas, cuando el ocasional acolito de Robespierre accionaba la
afilada cuchilla de la guillotina.
Pero no. No
debió de ser propiamente tal cárcel de obispos. Fue residencia obispal en el
siglo XVI, y mucho mas tarde, entre los siglos XVIII-XIX, la Maison d'Arret, o
cárcel municipal, sin rango eclesiatico de ningún tipo, y con una población reclusa tan seglar como la de Carabanchel .
En la rue de la Citadelle, antes de San Pedro, existe
un grupo de casas de los siglos XVI al XVIII, entre las que sobresalen la de
Arkanzola, en el n.º 32 de la rue de la Citadelle, edificio fechado en 1510;
presenta la planta baja en piedra de sillería y la superior de entramados de
madera, con ladrillos dispuestos a espina de pez; bajo el alero, a izquierda,
una pequeña cruz blanca recuerda al misionero jesuita Jean de Majorga, muerto
el 15 de Junio de 1570 , cuando el barco en el que viajaba hacia Brasil fue asaltado por corsarios calvinistas a la altura de
las Canarias.
Jacques de
Sorés, que había partido con sus navíos
de la Rochelle, capitaneaba aquella infausta flota de filibusteros hugonotes, enemigos jurados de los jesuitas. "Perros sarnosos, que abrís por el Brasil
juicios de inquisición y de tortura para mis amigos luteranos, ¡A morir sin
piedad, sin óleos, como los perros!” bramaba Sorés, mientras arrojaba al mar enbravecido a Ayorga y su feligresía, entre el batirse de picas y de espadas, jadeos de sudor, oraciones, crujidos de huesos rotos y tufo de sangre caliente.
El Coronel Jean Pétré nació en esta casa de Sant Jean Pied de Port en 1896. Gran oficial de la Legión de Honor,
Medalla de la Resistencia y Cruz de Guerra.
Tomó parte en la primera guerra
mundial (141 RIA). Desde 1941 hasta 1943 ocupó el cargo de jefe regional de la
AS de Marsella. Desempeñó un importante papel en la resistencia contra la
ocupación alemana. Descubierto por la Gestapo, fue arrestado y deportado al
campo de concentración de Buchenwald donde permaneció desde 1943 hasta 1945. Condenado
a muerte, consiguió evitar el peloton de fusilamiento, aunque sufrió innumerables torturas y vejaciones. Cuando
las tropas aliadas se aproximaban al campo de concentracion , el coronel y sus
hombres se avalanzaron inespèradamente sobre los centinelas y los redujeron,
abriendo un paso al ejercito libertador.
Murió en su Donibane natal el 7
de abril de 1959.1959, a los 63 años de edad. Hoy en dia sus gestas han caido en el olvido, solo le recuerdan una calle
con su nombre en la ciudad de Marsella, y una placa conmemorativa en la casa
donde nacio, aunque la llama de su
memoria siempre permanecerá viva en nuestros corazones. Liberté, egalité, fraternité!
La
Citadelle corona la ladera en la que se asienta Saint Jean, un recinto
amurallado que poco tiene que ver con el original, ya que han hecho que haya sido
destruido y reconstruido varias veces durante las sucesivas guerras. La última reconstrucción
fue supervisada por Vauban, el creador de fortalezas. Comisario
General y Mariscal de Francia, brillante estrtatega: Sébastien Le Prestre marqués De Vauban.Un
fenómeno el tio.
Los peregrinos atravesaban el Puente de San Juan para acceder a la ciudad antigua desde el barrio de España, arrabal poblado por comerciantes y artesanos.
Hasta la construcción de este puente, los romeros debian atravesar
el rio Errobia, por un vado, donde a menudo eran estafados por algún espabilado
pasiano, que se guiaba por la máxima aristotélica de “al ave de paso, perdigonaso”

Lo
mismo que Porte de France debe su nombre a la orientación hacia Francia, la Porte
d'Espagne marca su orientación al sur, hacia la frontera española. Los peregrinos que se dirigían a Santiago accedian por aqui a Donibane Garazi, la ultima etapa en territorio frances.
Antes
de crearse el Camino de Santiago por aquí pasaba la vía romana que iba desde
Burdeos hasta Astorga.
amica veritas, sed magis amicus plauto
Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.
En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.
Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.
Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.
Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.
En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.
Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.
Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.
Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.