viernes, 20 de abril de 2007

AMsTERDAM

Muchas barcazas fueron habitadas por gente que no podía permitirse el lujo de alquilar una vivienda. Hoy en día estas casas flotantes pueden obtener una licencia de habitabilidad, lo que les permite instalar electricidad, agua corriente o gas, pero muchas de ellas siguen siendo viviendas clandestinas, algunas incluso tienen cesped sobre la cubierta

5 comentarios:

Jas dijo...

Si señor, Aupa Bajito!!!
Como molan tus dibujos tío, me los compro todos ;-)

Un abrazo y ánimo con el blog!!

Jas dijo...

Supongo que aún andarás investigando los asuntos del blog, pero te aconsejo que pongas los enlaces a las entradas en uno de los laterales, en cuanto tengas un puñado de entradas, será mas cómodo para todos el acceso a ellas si se ven en la parte de arriba del blog y algunas otras cosas también, pero vamos...solo es un consejillo ;-)

lenoreanabel dijo...

Guau, qué dibujos más chulos!!! Qué bonito amsterdam, me encantó cuando fui. Qué visión más increíble a través de tus dibujos, me gustan mucho. He conseguido descargar las fotos de la cena de la cámara que se me había escacharrado, en breve tendrás tu foto con las dos primazas, jejeje. besos.

EL AVENTURERO dijo...

gracias, muchachos
jas, ya habia pensado lo que dices pero elgi este diseño pensando que quedaba mas sitio prar los dibujos, aunque me parece que no es asi
de todas manewras ya te voy a pedir algunos consejos un dia de estos
lenore, estoy deseando ver esas fotos con las primazas

Jas dijo...

Ok, Bajito...lo que quieras, ya sabes. Ten en cuenta que aunque en el blog se vean las fotos en tamaño reducido, al pinchar sobre ellas ya salen al tamaño que las hayas subido, en tu caso grandotas, que no esta mal :-)

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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