viernes, 4 de septiembre de 2009

BURACO


La población de la isla de Oms vivía aterrorizada por los lamentos que surgían de una enorme sima inexpugnable que se hundía hacia el mar, junto a los acantilados. Tanto era el pavor que les inspiraba que lo llamaban O Buraco do Inferno.

Con el propósito de aclarar el misterio, el aventurero y sus colaboradoras se trasladan hasta la isla de Oms, en plan Scooby Doo.

Tras investigar sobre el terreno, realizar mediciones y tomar muestras con la ayuda de sofisticado instrumental, llegan a la concusión de que los sonidos provienen del batir de las olas en el fondo del buraco y de alguna gaviota despistada que se cuela por ahí.

Otro caso resuelto. Ahora los isleños de Oms vuelven a dormir tranquilos como bebes, que da gusto verlos.


4 comentarios:

EL AVENTURERO dijo...

me gustaria saber quien y porque me ha puesto esa publicdad que aparece al abrir la pagina "eres el vistante 999.999 y te ha tocado un chevrolet"

me gustaria quitarla y no sé como, o si no por lo menos que me paguen una pasta por ponerlo

Judax dijo...

Date por jodido. Esa publicidad te aparece contra tu voluntad gracias al contador de visitas que tienes colocado en tu blog, normalmente desaparece por sí sola al cabo de unos días, no tienes otra manera de eliminarla si mantienes el contador.

No deja de ser curioso que todos los que estamos entrando estos días seamos el visitante 999.999 y nos hayamos ganado un Chevrolet. ¿No se les podría denunciar por publicidad engañosa y sacarnos unos milloncejos de euros por barba (o tanga en su defecto)?

gus aneu2 dijo...

¿Ya está en la gran manzana? Has encontrado ya al gran gusano?

Wendy Pan dijo...

JAJAJAJAJA mi Gus, qué agudín!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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