miércoles, 7 de octubre de 2009

East Village

Desde la segunda guerra mundial el East Village ha sido refugio de artistas y bohemios. En la decada de los 50 se instalaron alli los escritores beatnics, Jack kerouak, Burroughs, Allen Ginsberg, Norman mailer. Tambien artistas como Andy Warhol, y músicos como Charlie Parker, Thelonius Monk o Jimi Hendrix.

Bob Dylan seguia el rastro etílico de su homónimo Dylan Thomas, y las primeras crestas punkies se paseaban por el barrio. Talking heads, Blondie y Los Ramones empezaron a hacer sus pinitos en el CBGB entre la 1ª y la 2ª y Joey Ramone tenia una calle dedicada junto a Bowery.

En los años 80 y 90 el crack irrumpió en las calles y el East Village pasó de ser una zona alternativa a marginal y peligrosa. Hasta que llegó el alcalde Giulianni y empezó a repartir estopa entre los malosos. Entonces llegamos los agentes gentificadores y los precios de los alquileres se dispararon con la misma alegria que antes se disparaban los King Cobra de calibre corto.

4 comentarios:

cosmopolitana dijo...

Este barrio me gusta mucho porque tiene la mayor variedad de restaurantes étnicos de la ciudad. Uno de mis lugares favoritos es McSorley's Old Ale House, fundado por un irlandes en 1854 y al cual permitieron entrar a las mujeres en 1970. Es lo más parecido en Manhattan al "León de Oro".

Alp dijo...

What's up, adventurer! Que gusto ver tus dibus de New York. Debo una disculpa a toro pasado a la aventurera y la colaboradora. No me retracto pero puntualizo: Si saldría una reducción de caldo de la más alta calidad, lo que viene a ser una esencia (de mujeres). Y una última cosa: el Levis de importación pasó el domingo la prueba de la mancha de crianza, casualmente derramado por una de Basauri también, esta vez pelirroja (If it's good for the adventurer is good for me). Por último una petición: ¿has hecho algun dibujito del Seagram, de Mies? Por pedir...

Wendy Pan dijo...

Jourrr, cómo se pone el patio a poco que te descuides, glups!
malegro de que haya renacido el barrio de sus cenicillas.

EL AVENTURERO dijo...

no nos precipitemos. McSorleys tendra su propia entrada

y quizas tambien el Seagram

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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