martes, 6 de julio de 2010

repetidor


"¡Ay del hombre que no se repite!" creo recordar que decía Unamuno.

Parece ser que ya habia publicado el dibujo de la última entrada en otra del 2007 (como pasa el tiempo!), tal y como ha puesto de manifiesto un simpático anónimo, estudioso de esta vasta y basta obra; opinion ya adelantada, aunque no contrastada, por el contumaz Judax.

Bueno, pues ahora pongo otra ilustración que hice para la misma revista, esta vez para un especial de Grandes recorridos. Creo que no lo habia publicado antes en le blog, aunque la memoria me juega malas pasadas. Asi que si algún rastreador la encuentra que, bajo ningun concepto, deje de sacar a la luz la farsa. Desde ahora le animo a denunciar mi falta de ideas y mi agotamiento creativo, que sin duda será un acicate para renovar mi repertorio.

15 comentarios:

DtV dijo...

Pues yo creo que es injusto que tantas y tantas entradas queden en el olvido, habría que hacer como recuerdos o selecciones y recuperar algunas gloriosas, como aquella en la que Lucía (que ya tendrá 18 ó 19 primaversa) guiaba al ganado, aventurero incluído (en el dibujo).

DtV dijo...

Ah! se me olvidaba
http://viajesmorrocotudos.blogspot.com/2009/08/lucia.html

Judax dijo...

No sufras por repetirte, el dibujo lo merece.

Alp dijo...

¡Hala! Le ha llamado contumaz a Judax, cuando el contumaz (persistente en el error, como llamó nuestra querida y común amiguita Goiki a un tipo de Mutriku) es el aventurero, que no reconoce que repite dibujos. ¿Se estará agotando su talento? ¿Estará prevacacional y un pelín vaguete?

Wendy Pan dijo...

Y que hay de malo en que repita obras de arte. Por mi que se repita más que el ajo xDD
Gora el Aventurero!!

Anónimo dijo...

JA! yo ya sé quién es ése anónimo. Un tocapelotas!!!!

Judax dijo...

Los calores veraniegos han atenuado my olfato, se me ha escapado por muy poco el 104401, y lo peor es que parece que el agraciado visitante no ha disfrutado de ello.

Anónimo dijo...

Si es que es pa matarlo! Denunciarte como las pajarracas esas del un,dos tres.

EL AVENTURERO dijo...

debeis perdonarme, amigos, la falta de asiduidad y de regularidad, pero es que el veranillo me empuja a las calles, y me cuesta ponerme delante del ordenador a meter dibujos y textos

con lo bien que se está en la playa o en una terracita, seguro que me comprendeis

Wendy Pan dijo...

Perdonado estás Baji-Venturero!
Hay que disfrutar de los solecitos y todo lo güeno que conlleva.
Eso sí, con "accesorios" fresquitos como una chevechita ;D

Judax dijo...

Aventurero, ande stás?. No habrás sido capturado por una tribu ignota de algún país aislado y estás acosado por grupos de odaliscas?

No me creo que estés en la playa tanto tiempo. Danos vidilla ... plis

El contumaz

Anónimo dijo...

Silbor, mira a ver esto que parece que hay truco

http://www.glumbert.com/media/cyril

Judax dijo...

EL QUE LA SIGUE LA CONSIGUE

105501, que número tan elegante !!!!

Wendy Pan dijo...

Maldito JUDAX!! Estás haciendo que me obsesione con los capicuas de los números de expediente del trabajo:
he cazao un par seguidos pero se me escapó el último 28082 @#$%&/@# !!

Judax dijo...

Agradezco lo de Maldito, pero no me acuses de obsesionarte, eso es cosa de cada cual. Dales caza a los capicúas, ni duele ni hay sangre, es un deporte limpio.

; )

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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