miércoles, 15 de junio de 2011

Gadafi y Ilyumshinov

Veo en las noticias a Muamar el Gadafi, ajeno a los horrores de la guerra, jugando al ajedrez contra otro pavo en Tripoli. Con la que le está cayendo.

Me entero de que el pavo que juega con el coronel es Kirsan Ilyumshinov, nada menos que el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez. Y puesto a sumar presidencias, tambien fue entre 1993 y 2010 presidente de la región rusa de Kalmukia, lugar del que jamas habia oido hablar, pero que al parecer es el único pais europeo de mayoría budista. De hecho solo hay un católico en el pais, pero su presidente le ha construido una catedral para su uso particular.

Como aficionado al ajedrez, siento gran interés por las figuras destacadas de ese mundo, asi que decido documentarme un poco mas por el presidente de la FIDE, y encuentro muy estimulante la investigación, ya que el tal Ilyumzhinov, multimillonario aficionado a las limusinas y los rolls royce,
resulta ser de un estrafalario subido.


Desde hace más de diez años pretende haber visto a extraterrestres vestidos con “escafandras amarillas”, con los que se comunicó por telepatía para luego dar con ellos una vuelta en su nave espacial, “una especie de tubo semitransparente”. Fueron ellos los que trajeron el ajedrez a la tierra.

Otras de sus sonadas ocurrencias han sido un intento de contratar al astro argentino del fútbol Diego Maradona para un club de Kalmukia, o una propuesta de comprar la momia de Lenin por 10 millones de dolares. Tambien ha financiado un estrambótico proyecto para levantar un enorme rascacielos en forma de rey de ajedrez en la Zona Cero de Nueva Cork, proyecto que han rechazado horrorizadas las autoridades metropolitanas.

Ahora que conozco un poco mas al presidente, me siento mas orgulloso de pertenecer a la federación internacional de ajedrez.


2 comentarios:

Snad dijo...

amigo Ugenio, hay por ahí una película -La banda nos visita[2007 Francia/Israel]- sobre una banda militar egipcia sin recursos que acaban perdidos, por un malentendido, en el desierto israelí, en un pueblo de aquellos.

Lo que supone ver a una gente durante un tiempo fuera de contexto sin más opción que ser ellos mismos a pesar del rancio peso militar. Acaban cayéndote bien casi todos en su simpática travesía por la nada.

No sé, me ha recordado la imagen que describes la misma sensación. Ajedrecistas fuera de contexto. Han superado la escena de Woody Allen y Peter Sellers en ¿Qué tal, Pussycat?

Los ajedrecistas estáis pirados.

Judax dijo...

¿Hay algún estudio sobre el uso de psicotrópicos en el mundo del ajedrez?. Pues habría que hacerlo, con tanto personaje ilustre del mundillo "volado" se hace necesario, queremos saber que consumen y donde lo adquieren.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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