martes, 4 de octubre de 2011

sobrepeso


Hasta aquí hemos llegado. Esta tarde me he pesado en una báscula y el resultado me ha dejado petrificado: 111,1 kilos. No deja de ser llamativo que todos los dígitos fueran unos, como si fuese una balanza en código binario, pero lo realmente escalofriante es la cifra en si. Desde que dejé de fumar hace casi un año, he engordado 12 kilos.

Es verdad que en mi familia tenemos cierta propensión genética a la obesidad (y otra cosa que tambien nos sucede es que nos gusta mucho jamar, hay que reconocerlo). Uno de mis hermanos se ha hecho acólito incondicional de Dukan, y otro (no daré nombres) acudió a la consulta de una prestigiosa nutricionista, la doctora Cadenas. Después de que mi hermano le formulase todas sus dudas de forma exhaustiva y le plantease todas las preguntas que el tratamiento le suscitaba, la doctora Cadenas le prescribió lo siguiente: “tu come lo que te dé la gana, pero a mi dejame en paz”. Y dicho esto rompió a llorar de frustraciñon e impotencia, por no haber sabido mantener la profesionalidad. Mi hermano, que es de natural optimista, se quedó con la primera parte del mensaje: “la nutricionista me ha dicho que puedo comer lo que me dé la gana”.

El caso es que he pensado que debo poner freno a este proceso de expansión, y ya que estoy en 111,1 kilos, me he propuesto adelgazar 11 kilos de aquí al día 11-11-2011. ¿Lo conseguiré? Yo creo que si. No os extrañe si oís por las calles que me he convertido en un vigoréxico y que no queda ni un gramo de grasa en mi demediado abdomen.


4 comentarios:

Judax dijo...

tiene usted un peso muy capicúa

El Licenciado dijo...

Tenías que haber seguido los sabios consejos que te di en Cuba, sobre la dieta de un aventurero!! ahora es triste verte mendigar glutamato por los restaurantes orientales!!

migut dijo...

Animo, a ver si llegas a 99,9 Kg y sigues iendo capicua...

Alp dijo...

Si es para el día 11-11-11 compra el cupón. Si toca te la pelará tu peso, más que nada porque tendrás 11 kilos de más, pero en tu cuenta corriente.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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