martes, 31 de julio de 2007

Inaxio, gure patroi handia

Hoy, natalicio de san Ignacio de Loyola, la gente de Bizkaia disfruta de un dia de fiesta, duermen hasta las mil y comienzan sus vacaciones anticipadamente, trasnochan, descansan, se divierten. Mientras tanto, yo estoy en Alava trabajando como un esclavo, amarrado al duro banco.

Puestos a pedir, yo quisiera estar celebrando la fiesta de san Ignacio en una pequeña isla en Brasil conocida como la ilha dos frades porque los primeros en insatalarse allí fueron precisamente los jesuitas, aunque ahora está casi desierta.

Siempre se lo montaron bien estos jesuitas. En Bilbao venden unos pasteles de hojaldre a los que llaman
jesuitas porque son "los mas ricos".


16 comentarios:

Anónimo dijo...

m'has matao aventurero, m'has matao!

Esto no se haceeeeeee

EL AVENTURERO dijo...

ay, marina, que te voy a contar? el exilio alaves siempre es duro pero los 31 de julio es insufrible

gus aneu2 dijo...

No se deberían dar a conocer los últimos paraisos, que luego se llenan de feligreses ruidosos con sombrillas y pelotas de playa y adios paz.
Así que, Bajito, no nos digas la localización exacta de la Ilha dos frades para dejarla así sólo merecedora de aquellos que acrediten su buen hacer como aventureros.

gus aneu2 dijo...

Vaya acabo de escuchar, ayer o antes de ayer Bergman y hoy Antonioni, vaya fin de julio.
(siento el off topic, me ha pillado así con la ventana de los comentarios abierta)

Anónimo dijo...

mira, gus, precisamente acabo de estar con una amiga que me ha dicho que su novio estuvo el sabado viendo una peli de bergman en video y el domingo una de antonioni.
espero que no se ponga ver ninguna pelicula nuestra

Wendy Pan dijo...

Es siempre es mejor irse con una sonrisa en los labios, en verano, de vacaciones y, encima, en día de fiesta en el norte de España (y olé)(caray, si que estoy yo floklórica ultimamente, sorry).

Como siempre, de acuerdo con Gus de la blanca armadura, los paraísos mejor mantenerlos en mini-secreto, sino pasa lo que en el post anterior... :-)

gus aneu2 dijo...

Dile a tu amiga que le diga a su novio que por un tiempo prudente se dedique mejor a la lectura de los clásicos, no vaya a ser...
Wendy, que alagos, da gusto leerte.
Un beso fuerte.

lenoreanabel dijo...

Eso es lo que necesito yo ahora un paraiso donde perderme, lástima que no tenga vacaciones aún porque me iba a ir a esa islita con viento fresco...;-)Saludos a todos, especialmente al aventurero. No te canses mucho.

Ester García dijo...

Un color muy lindo y suave... realmente te traslada allí..

No dejes de viajar!

Campanilla dijo...

¡Pasteles de hojaldre!, que cosas mas bonitas dices Bajito.

Un beso.

EL AVENTURERO dijo...

PUES SON PASATELES DE HOJALDRE CON CABELLO DE ANGEL, CAMPANILLA, QUE MOLA AUN MAS

isaac dijo...

el lugar perfecto para refugiarnos ahora mismo y disfrutar del mar y del atardecer...

gus aneu2 dijo...

Aventurero, Bajito, por favor, ¿no podrias poner una música más apropiada para un atardecer mirando el mar, para estos pobres refugiados que nos hemos venido a tu isla desde la otra isla, la de las amazonas, a tomar una piña colada y disfrutar de la brisa marina...
es que el orfeón es muy poco tropical ;-)

Campanilla dijo...

Ummmmm!, que ricos!, aunque a mi los pastelitos de hojaldre me gustan rellenos de lo que sea

zime dijo...

Gracias por visitar mi blog. Tu tienes aquí unas magníficas ilustraciones!!

lenoreanabel dijo...

Aquí estaremos divinamente...

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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