lunes, 29 de septiembre de 2008

floridita

My mojito in la Bodeguita
my daikiri in la Floridita

Ernest Hemigway

Ya que hablabamos de Hemingway (lo digo en mayestático porque la verdad es que cada vez me dejais menos comentarios) os pongo aqui este dibujo de uno de sus lugares favoritos. Se trata de el Floridita, un bar situado en el corazón de la Habana, donde comentaban que en una ocasión papito Jeninguay se tomó 64 daikiris, y aun asi salió por su propio pie.



14 comentarios:

Anónimo dijo...

No me creo lo de los 64 draiquiris forque llevo 8 y nose mocurre creedmelo, y menos que saldiera for su frofio pie, a noser que fuera muu pero que muu glande.

Aunque si fuera sierto el evento meretrecería el celefrarlo, ansi que voy a for el nono draiquiri.

Un afrazo afecluctuoso.

PD: esos q no te escriben merecen un severo correctivo, grrrrrr

Wendy Pan dijo...

Es que titoJeminguay tenía callo en el higadillo jejeje
Y no te desanimes Aventurero, que has estado fuera mucho tiempo y la gente está despistada.
Paciencita y BEsotes.

Ah, y brindemos con un dalikiri!

gus aneu2 dijo...

Pués venga ese daikiri, que veo a judax ya algo perjudicado y habrá que darse prisa para ponerse a nivel.

Anónimo dijo...

...., fueron 6 ó 5, no me acuerdo bien Aventurero, cuantos tomamos nosotros?

EL AVENTURERO dijo...

pues venga, una ronda de daikiris para todos.

bueno para judax no, que ya se ha tomado el nono, y a ver si le sienta mal

Lima dijo...

Me pareció un sitio pijo en medio de una Habana desconchada en pleno periodo ehpesial y sali de alli con un solo daikiri y con remordimientos por haber pagado a seis dolares la copa.
Mucho mejor La bodeguita

Anónimo dijo...

En cuba eres un pijo hagas lo que hagas. ¿Por que privarse?¿En la bodeguita no remuerde l conciencia por que tiene pintadas?

Kultur Basauri dijo...

No he estado en La Habana por lo que no he podido beber 64 daiquiris en Floridita. Esta entrada del aventurero me ha traido gratos recuerdos. Algunos de los mejores momentos de mi vida los he pasado en bares, especialmente en el JK de Bilbao, actualmente cerrado. Allí trabajaba Joseba, sucesor de sus míticos tíos Jon y Kepa, el mejor barman que he conocido. Preparaba unos daiquiris y negronis únicos. La pasada semana me comentaron que la razón del cierre del JK desde hace casi dos años está motivada por una enfermedad que padece Joseba. Brindemos por su recuperación.

EL AVENTURERO dijo...

pues si estaba a seis dolares el dakiri, hemingway se debio dejar 384 $ aquella tarde, un pastón incluso para un premio nobel.

es verdad que la floridita estaba llean de guiris pero me parecio un sitio con mucho encanto, esa decoracion de los años 50

Brindo por la pronta recuperacion de Joseba, fugitivo. me han dicho que han vuelto a abrir el JK

Kultur Basauri dijo...

¿Han abierto el JK? Aventurero, cuenta algo más. ¿Siguen la misma línea? ¡Díme algo!

EL AVENTURERO dijo...

alguien (creo que urtzi) comentó el otro dia que estaban abriendo el JK "a ratos". No sé a que ratos ni si estaba joseba en la barra o quien

gus aneu2 dijo...

Yo quiero ir al JK, aventurero, haznos un dibujo del JK, por favor!

------ dijo...

Miedo da tanta publicidad del JK. Aquello era un sitio sin par y si lo vuelven a abrir espero que sea en esa línea. Brindo también por la recuperación del tal Joseba.

Mentxula dijo...

El Floridita tiene muchísimo encanto. Es verdad que los daikiris se pagan a precio de guiri, pero para nosotros, los aventureros indios de Villa Juanita, no tuvo precio ver como la pequeña Zoe (con 7 años entonces) se desmelenaba tocando unas mini maracas junto al magnífico cuarteto de cuerda que aquel día sonaba en aquel mítico lugar....Y la Bodeguita aún mejor....Buen día a todos/as

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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