viernes, 12 de diciembre de 2008

barato

Aquí tenemos muchas cosas muy buenas, amigo… Aquí gran casa berber, precios muy baratos, mas baratos que en Pryca, porque aquí no trabaja por turista, amigo, aquí solo trabaja por gente marroquí. Yo no guía oficial, amigo, no comisión, yo solo estudiante, estomago pequeño… ¿De donde en España?… ¿de Bilbao? Aupa Athletic,… Ah, vascos todos gente muy buena, amigo…

7 comentarios:

Pep dijo...

... como la vida misma ...
... me gusta este blog ...
Salud

gus aneu2 dijo...

El prica... yo echo de menos el sepu, la camisa más bonita que tuve nunca jamás la lavó mi señora en agua caliente encogiendola tres tallas, aún la recuerdo con añoranza lo bonita que era.
en fin, que no tiene nada que ver pero que me sirve para mandarte un gran abtazo (y un beso a wendy) ((y mis respetos a la aventurera))(((Y a mi señora que me estará leyendo que aún me acuerdo, qué camisa, y bien cosida que estaba, ay!)))

gus aneu2 dijo...

Y es que la compré en el sepu.

Wendy Pan dijo...

Ay, mi GUS techo de menos un puñao. Mil besos patí también, que ya no te leo ni por aquí, la casa del Aventurero empedernido (un beso patí tamién).
Baratu, baratu..., aiiins, es que cuando hay que ser más listo que el hambre...

EL AVENTURERO dijo...

que es eso del sepu, gus?

bienvenido, pep, pasate cuando quieras

esa wendy, beso prenavideño tambien para ti

gus aneu2 dijo...

http://es.wikipedia.org/wiki/Sepu
Sociedad Española de Precios Únicos
Toda una experiencia para los sentidos amigo aventurero ;-)

Anónimo dijo...

It seems a little more than I need to check the information, because I was thinking: Why does not my GLOG these things!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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