martes, 17 de febrero de 2009

Codex seraphinianus


Hoy me ha llegado mi ejemplar del Codex Seraphinianus. Por fin, lo he conseguido despues de meses de busqueda y de marear a mucha gente (gracias Amaya, que te has pateado las librerias de media Italia) . Mi vida sin el codex era un infierno, pero ahora todo ha cambiado.

El Codex Seraphinianus fue escrito e ilustrado por el arquitecto italiano Luigi Serafín en la decada de los 70. Serafíni volvia de vivir en California, donde probablemente había abusado de los psicotrópicos, y al llegar a Roma se encerró en su estudio y se pasó unos años elaborando este trabajo: 400 páginas de delirio gráfico, una extraña enciclopedia multidisciplinar sobre una civilización imaginaria, escrita en un alfabeto inventado, “un lenguaje soñado” dice su autor.

En 1978 lo tenía acabado y listo para imprimir pero no recibió mas que portazos en todas las editoriales, hasta que se lo enseñó a Franco Maria Ricci, prestigioso editor de obras de arte y bibliófilo. Este erudito aristócrata realizó una lujosa primera edición de 30.000 ejemplares, que desaparecieron de las librerias en un visto y no visto. Enseguida empezaron a venderse por miles de dolares en las subastas y aun se pagan fortunas por conseguirlos, a pesar de la edición popular (y agotada) impresa por el grupo Rizzoli.

Italo Calvino o Fellini han escrito acerca de este códice y lo tiene en sus estanterías gente tan diversa como Tim Burton, Paul Mc Cartny, Borges . Y ahora yo tambien lo tengo. Que bien.


11 comentarios:

------ dijo...

..si es que te codeas con cada codex...

------ dijo...

..si es que te codeas con cada codex...

gus aneu2 dijo...

Esto sí es un buen motivo para felicitarte: mi más sincera y envidiada enhorabuena.

Wendy Pan dijo...

Woow, pero creo que tú mereces estar en tan selecto club. Y gracias a tu amiga Amaya, de las mejorcitas que hay sueltas por el mundo.
Gus, estuviste en la gala de los Goyas? creo que te vi?

Anónimo dijo...

Por fin el Codex ha encontrado un propietario digno de poseerlo.

EL AVENTURERO dijo...

gracias, amigos, estoy muy entretenido con el codex, pero procuro no ojear mas de 4 o 5 paginas al dia, porque si no te satura con tanto detellito.

Gus en los goya? eso se merece un palindromo:
Su goya hayó gus

------ dijo...

http://es.youtube.com/watch?v=M6hpUzBgZaM

------ dijo...

...vas a acabar como él con tanta diversidad de cosas.

EL AVENTURERO dijo...

que bueno era super agente 86, y como se notaba la mano la mano de mel brooks.
tambien el doblaje era muy bueno

------ dijo...

.yo era un adicto de esta serie y de 'Extraña Pareja'. Ah ese jodido humor..

Relatos on the rock dijo...

Con un códice como el que describes -y que desconocía, gracias por el alumbramiento- no me extraña que Italo Calvino escribiera maravillas como Las ciudades invisibles o El barón rampante. Ahora quedas a esa altura, como viviendo en las copas de los árboles. Buen sitio en el mundo, no te bajes, amigo.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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