lunes, 17 de agosto de 2009

Lucia


Lucia es una rapaza lozana y vivaz que se resiste al despoblamiento rural. Con sus 17 primaveras estudia en Sarria y atiende al ganado en la granja familiar. Vive en la aldea de san Roman, en la granja que le dicen "el castro", porque está asentada sobre un castro celta de tiempo inmemorial.

Al atardecer, pertrechados con sendas varas de avellano, subimos al monte a buscar a las vacas para estabularlas (me encanta esta palabra). Esta labor me sienta como un chute de plenitud. Le aseguro a Lucia que voy a recoger este momento en un dibujo y publicarlo en mi blog y le pregunto si maneja Internet. “¿y eso como se hace? ¿Con un palo?” contesta sarcástica la rapaza.

Lucia se rie de nuestra torpeza agropecuaria.
“Ayyyy, esta xente da cidade…” dice. Pero se equivoca. Nosotros ya no somos xente da cidade. Ahora somos xente do pobo, que hemos cambiado la urbe por la ubre. Ya no queremos pisar el asfalto, sino la senda empedrada y el camino forestal. Ya no queremos oir los claxon, sino las cigarras y el cencerro de las frisonas.


5 comentarios:

lucia dijo...

hola eugenio soy yo,lucia, muchas gracias por haber descrito tan bien mi tierra(galicia) mi pueblo(lousada,san roman)y my gente. Decir que todo cuanto has dichoes cierto aunque puntualizar que si que internet funciona com un palo.y decir que el camino esta alumbrado por luz publica pero la bombilla lleva 4 meses fundida.
bueno muchas gracias por la visita que nos hicisteis y espero que la proxima vez vengais mas tiempo y entonces te esplicare algunas cosas de esta tierra
un beso grantote

EL AVENTURERO dijo...

que alegria verte por aqui, Lucia, claro que volveremos.
que tal van los estudios? apura un poco, que como no apruebes no te llevan a londres
Ah, y no me llames eugenio, llamame uxio

un beso

Judax dijo...

En los veranos de mi infancia acompañaba con frecuencia a los pastores en sus jornadas con el ganado vacuno y lanar. Ahora siento muy lejanas aquellas pequeñas aventuras salvajes, y las echo de menos.

Te envidio aventurero, y envidio a Lucía por tener tan viva la experiencia.

Larga vida a la gente de campo que con su trabajo nos provee de alimentos de calidad

lucia dijo...

ola judax, yo soy del campo vivo en el campo,y la verdad hay poca gente que reconoce nuestro trabajo por eso muchas gracias
uxio, los estudios ban bueno ban como ban, decirte que mis padres estan super contentos de que ayas hablado tan bien de nuetra tierra.
un biquiño moi grande, e ata pronto.

lucia dijo...

ola uxio jo cada dia añades un poquito mas
estas echo todo un artista no le tienes mucho que invidiar a toñito de lousada
un bico

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes