martes, 13 de octubre de 2009

La libertad iluminando el mundo

La estatua de la Libertad, cuyo verdadero nombre es "la libertad iluminando el mundo" era lo primero que veian los inmigrantes cuando llegaban a Nueva Cork, a traves de la isla de Ellis.

Este coloso fue un regalo del pueblo francés, siempre dispuesto a conmemorar cualquier derrota de los ingleses, con motivo del centenario de la independencia norteamericana en 1884.

Solo la estatua mide 46 metros y la estructura metalica interior fue diseñada por Eiffel. Se puede coger un ferry gratuito que va a Staten Island y pasa muy cerca de la estatua, aunque por unos cuantos dolares tambien se puede ir hasta alli y recorrerla por dentro. Esto me recuerda un comentario de Woody Allen en una de sus películas, lamentandose de su escasa actividad sexual: “la última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando fui a visitar la estatua de la Libertad".


6 comentarios:

Judax dijo...

La ubicación de la estatua quizá no es la más adecuada, tal y cómo le ha ido a los USA y al resto del mundo hubiera sido mejor colocarla en el desierto. Por cierto, está idea tiene mucho que ver con la que se inspiró el proyecto tal y cómo puedes comprobar pinchando aquí.

Este gigantesco monumento también tiene parientes, en Paris, en île des Cygnes (isla de los Cisnes) tiene una hermana pequeña de tan solo 11,50 metros de altura hecha en bronce(ver).

Pero tiene muchas más hermanas repartidas por el mundo realizadas en distintos materiales.

Lástima que a pesar de su grandeza en tamaño e ideales su antorcha ilumine tan escasamente.

Curiosidades sobre la estatua de la Libertad

EL AVENTURERO dijo...

una cosa os queria preguntar
¿vosotros podeis ver y escuchar la musica que acompaña a los post?

es que en mi ordenador ya no se ven, aparece un icono como de archivo irreconocilble, pero no sé si es cosa de mi ordenador o pasa con todos

y por supuesto, ni idea de como arreglarlo

Judax dijo...

Se ve y se oye

Wendy Pan dijo...

Sipi ;D

cosmopolitana dijo...

Lo oigo muy bien

EL AVENTURERO dijo...

vale, pues entonces seguire poniendole musica, porque habia pensado en suprimirla

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes