jueves, 15 de octubre de 2009

Rockefeller


El Rokcefeller Center es un complejo comercial en el Midtown, entre las avenidas 5ª y 6ª, con catorce edificos de estilo art decó, el mas alto de 256 metros.

El viejo Jonh D. Rokcefeller compró el solar en 1929 y de pronto le pilló el crack de Wall Street, con el faraónico proyecto del Radio City apenas empezado. Tampoco debió preocuparle mucho ya que Rokcefeller pasaba por ser el hombre mas rico del planeta, y no pensaba escatimar en el complejo

El despliegue fue tal que el magnate del petroleo intentó contratar a Matisse y Picasso para la decoración de los murales del vestíbulo, aunque finalmente hubo de conformarse con Diego Rivera y Sert para tal propósito.

A Rivera, mejicano y comunista, debió de despertarle algunas contradicciones trabajar para el paradigma del capitalismo americano, pero veintiún mil dólares y la promesa de trabajar con total libertad disiparon sus dudas. Asi empezó a trabajar en “El hombre en el cruce de caminos viendo con esperanza y alto espíritu al elección de un futuro mejor”, mural en el que incluyó escenas del mundo socialista, con marchas del primero de mayo y un retrato de Lenin saludando a negros, niños y proletarios. Esta escena enseguida encendió la polémica y enfureció a Rockefeller, que liquidó la deuda con el artista y suspendió los trabajos.

En la medianoche del 9 de febrero de 1934, el mural de Rivera fue demolido. A pesar de que los expertos habían explicado el modo de retirarlo, sin daños para el mismo ni para la pared, y que había entidades dispuestas a cubrir los gastos, la decisión de Rockefeller fue reducirlo a polvo.


7 comentarios:

Judax dijo...

Un gran amante del arte el Rockefeller ese.

Licenciado dijo...

También... que mala idea, Diego Rivera, no? Por que los 21.000$ los cobró, supongo.

cosmopolitana dijo...

A Nelson lo convenció su mujer Abby para que Diego pintara el mural. Una vez destruido, Rivera usó el dinero para pintar un mural para el Independent Labor Institute. Las mujeres nunca tienen buenas ideas.

gus aneu2 dijo...

"Abajo el Telón" de tim Robins cuenta magistralmente el episodio del mural de Rivera, y sí, no el talón se lo quedó.
http://www.imdb.es/title/tt0150216/
Por cierto, el mural lo rehizo en 1034 en Mexico, en el palacio de Bellas Artes e incluyó un retrato de rockefeller entre las enfermedaes venéreas.
http://images.google.es/imgres?imgurl=http://www.toolsandwood.com/page2/files/page2_1.jpg&imgrefurl=http://www.toolsandwood.com/page2/page2.html&usg=__MbhDYsT7G-EbmxU8RNe_ybRHsRQ=&h=486&w=648&sz=131&hl=es&start=267&um=1&tbnid=BNHxQ69iCR9S7M:&tbnh=103&tbnw=137&prev=/images%3Fq%3Ddiego%2Brivera%26ndsp%3D21%26hl%3Des%26client%3Dfirefox-a%26rls%3Dorg.mozilla:es-ES:official%26sa%3DN%26start%3D252%26um%3D1

gus aneu2 dijo...

Me dicen, y con toda razón, que no se entiende nada de mi comentario. Así que traduzco su intención. El episodio de Rivera y Rockefeller es una de las tramas de la película "Abajo el Telón" de Tim Robins. Rivera se quedo el dinero y en 1934 rehizo el mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

Judax dijo...

Lo que Gus quería que viéramos es:

Abajo el telón
Hombre en una Encrucijada, 1934 Fresco Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México

gus aneu2 dijo...

Gracias Judax, tú sí que sabes.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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