jueves, 14 de enero de 2010

El Tesoro de Topkapi

El Palacio de TOPKAPI, construido por Mehmet II, el conquistador, en 1453, después de la conquista de Constantinopla, fue la residencia oficial del sultán durante tres siglos.

En la Sala del tesoro se encuentran las fastuosas riquezas, que durante ese tiempo fueron acumulando los distintos sultanes, entre las que no puedo dejar de mencionar:


- Un trono tachonado de perlas, regalo del Sha de Persia al sultán Mahmut

- Un pelo de la barba de Mahoma, traido del Cairo por Selim I

- La espada del rey David

- La celebre daga Topkapi, con incrustaciones de diamantes en la funda funda y enormes esmeraldas en la empuñadora

- La vajilla verdeceledon, de origen chino, de uso exclusivo del sultán porque cambiaba de color al contacto con el veneno

- El primer mapa del mundo dibujado por Piri Reis en 1513, uno de los grandes enigmas de la cartografía, pues incluye la Atlantida y un perfil completo del continente americano


- El famoso Diamante del Cucharero (Kasikçi Elmasi), el 5º mas grande del mundo con sus 86 kilates. Se lo encontró un fulano en 1679 en el basurero de Egrikapi y, como no conocía su valor, se lo cambió a un joyero por tres cucharas. Podría ser la misma gema que en Francia se conoce como el diamante Pigot, lucido en ocasiones por la madre de Napoleón, aunque no me atreveria a asegurarlo


4 comentarios:

Judax dijo...

Vaya tesoros más interesantes, sobre todo el pelo facial de Mahoma y el diamante que vale por tres cucharas.

Mientras el barbero de Mahoma se pudo forrar comerciando con el humilde subproducto de su trabajo, el lujurioso diamante tuvo un precio exagerado ... mucho más útiles las cucharas que un triste pedazo de piedra ... ¿o no?

Los demás objetos también son interesantes, sobre todo la vajilla verdeceledon, pienso ahorrar para hacerme con una.

EL AVENTURERO dijo...

haras muy bien, judax, porque como bien sabes hay mucha gente interesada ewn colarte estricnina en los garbanzos

interesante la paradoja del barbero y el cucharero

Anónimo dijo...

me encantan las casualidades. Cualquier día de estos empiezo a coleccionarlas, me fascinan.

Anteayer acabé de leer una novela, "el origen perdido", en la que tienen un importante papel el mapa de Piri Reis y sus misterios.

No había oído hablar de él en la vida, y mira tú, qué casualidad...

Saluditos aventurero, que hace mucho que no te veo!

marina dijo...

otra vez se me ha olvidado firmar. qué cabeza!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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