lunes, 17 de mayo de 2010

mariposas monarca

Todos los años la mariposa monarca vuela unos 4,800 kilómetros, desde Canadá y el norte de los Estados Unidos, para buscar refugio en los bosques de Oyamel (3,200 msnm), al oriente del estado de Michoacán, en Mejico, donde reside y se reproduce de noviembre a marzo.

La travesía de la mariposa es simplemente sorprendente. Todos los días, estos pequeños lepidópteros vuelan 120 kilómetros, alcanzando una altura de 50 metros. Un esfuerzo conmovedor que culmina al llegar a la Sierra Madre, donde existen 5 santuarios para protegerlas, 2 de los cuales están abiertos al turismo: "Sierra Chincua" en Angangueo y "El Rosario" en Ocampo.

Los científicos no logran descifrar los secretos de este maratónico viaje. Se desconoce hasta la actualidad cómo se orientan las mariposas, sobre todo porque ninguna de ellas hace el recorrido de ida y vuelta (su periodo de vida es de solo unos meses). Algunos especulan que encuentran la ruta correcta gracias a un extraño fenómeno magnético, pero nada se sabe con certeza, excepto que cada otoño millones de estos especímenes llegan a los valles de Michoacan, hasta el punto de que las ramas de los arboles donder se posan se parten por el peso de tanta mariposa. Que cosas, verdad?

7 comentarios:

Judax dijo...

Es un viaje impresionante, por la distancia y por los millones de mariposas que lo realizan. Hace tiempo, en Futuroscope, tuve la ocasión de ver un documental sobre esta odisea, y se me ponía la piel de gallina porque la proyección se hacía sobre dos enormes pantallas, una de ellas bajo el suelo transparente, viendo lo que sobrevuelan las monarca.

Si siguen pasando ese docu y vas a Futuroscope ... no te lo pierdas

Alp dijo...

Tú que eres muy de palíndromos podías hacer una entrada sobre los monarcas mariposa, para cuando te vayas a Mónaco o ...alomojó no hay que salir de Madrid. Quien sabe...¡Viva la República!

cosmopolitana dijo...

Qué tal se encuentra nuestro lepidóptero Aventurero hoy? Muy chula la entrada. Sólo he visto monarcas en dos ocasiones, una en Florida y otra en el Jardín Botánico en Nueva York. Me acuerdo de lo estresado que estaba el tipo al cargo de cuidar el habitat de las mariposas en el pabellón del Jardín Botánico del Bronx y yo me pregunto: Cómo puede alguien estresarse en semejante trabajo? Trabajando para el Gobierno Vasco, vale, lo entiendo, pero cuidando mariposas? Quiero añadir que las que son también alucinantes son las mariposas morphos de Costa Rica.

DtV dijo...

Verdad.

cosmopolitana dijo...

...como un puño.

EL AVENTURERO dijo...

suerte con la exposicion de miranda, juanjo

DtV dijo...

jajajaja, ARANDA, aventurero, Aranda.
Muchas gracias!!!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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