miércoles, 29 de septiembre de 2010

Harry´s bar


Situado en el privilegiado entorno de la desembocadura del Gran canal, el Harry´s bar es uno de los locales de cócteles mas conocidos del mundo. Alli se inventó el Bellini, zumo de melocotón con champgne y unas gotas de limón, y son tambien muy famosos sus martini secos, a los que Truman Capote llamaba Silver Bullet, bala de plata.

Chaplin y Orson Welles, tambien fueron asiduos de este local, y Ernest Hemingway, gran amigo del propietario y de los cócteles, situo aquí parte de su novela
Al otro lado del rio. A Hemingway el martini le gustaba muy seco: Dejaba la copa de ginebra junto a la botella de martini durante unos minutos y luego se bebía la ginebra.

Como corresponde a tan ilustres borrachos, el Harry´s es un lugar selecto y cosmopolita. Tan selecto y cosmopolita como 17 euros la consumición. Y alli nos dirigimos nosotros, sacando los pies del tiesto, dispuestos a dilapidar nuestros exiguos ahorros. En el otro lado de la pequeña barra nos encontramos con unos conocidos que apuraban sus bellinis. Uno de ellos hizo amago de saldar la cuenta y el fugitivo le frenó haciendo un gesto como de “
no hace falta que pages lo nuestro”. Gesto que fue inteligentemente interpretado como “nosotros pagamos todo, no os preocupeis”. En unas décimas de segundo nos expresaron su agradecimiento y desaparecieron, dejándonos con una cuenta pendiente de 96 eurazos, que el impecable pero resabiado camarero no tardó en solicitarnos, mientras apretaba un botón que bloqueaba las salidas.




PD. Espero que el fugitivo no vaya nunca a una subasta de arte, porque seguro que antes de que acabe de rascarse la oreja ya habrá oido el mazo adjudicandole un jarrón de la Dinastia Ming, muy por encima de su valor de mercado.

11 comentarios:

Alp dijo...

Esto me recuerda la receta de Martini de Luis Buñuel, de su libro de memorias "Mi último suspiro". Dice así:
"Pongo en la heladera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero.Al día siguiente, cuando llegan los amigos, saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro, echo unas gotas de vermouth y media cucharadita de Angostura, lo agito bien y echo el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto el gin puro, agito y sirvo. Eso es todo, y resulta insuperable."
Hay otra anécdota sobre alguien que ponía la botella de Martini de manera que los rayos de sol atravesaran la botella e iluminaran la copa con gin, y así preparaba su dry - martini. Ni una aceituna de las del Ander, oiga, a pelo.

cosmopolitana dijo...

Me encanta la entrada de hoy Aventurero. Repito: Me encanta!!!!!Lo de los martinis me gusta mucho, siempre me ha gustado. Alp, creo, pero no estoy segura, que lo del martini y los rayos de sol era cosa de Hemingway. Seguro que el Fugitivo sabe, ya nos dirá.

Aventurero, me consta que a ti lo del martini seco no te va mucho, la próxima vez lo pido de vodka, pero ha de ser también en Manhattan.

cosmopolitana dijo...

Aventurero, el dibujo es muy bueno. Yo no he estado nunca en el Harry's porque no he estado nunca en Venecia, pero el año pasado vi una exposición de un tal Bobo Ivancich y me acuerdo perfectamente de unos cuadros suyos de este bar y de uno en concreto de su barman Claudio.

cosmopolitana dijo...

Churchill, igual era Churchill...

EL AVENTURERO dijo...

era churchill, en efecto

cosmopolitana dijo...

Lo que se aprende de algunos "críticos" y de sus blogs.

judax dijo...

La de Churchil es una de mis anécdotas alcohólicas favoritas, sobre todo porque "dicen" que la difunta reina madre de Inglaterra degustaba la receta en sus partidas de bridge acompañada de aromas marroquíes.

El fugitivo mantendrá las manos en los bolsillos durante una larga temporada.

cosmopolitana dijo...

Siento ser tan pesada, pero me he acordado de algo que dijo George Burns:

"La felicidad es un martini seco y una buena mujer...o una mala mujer."

El Fugitivo dijo...

¿Hay mujeres buenas? Lo que se aprende en los blogs...

DtV dijo...

Ay! siempre dando envidia.

cosmopolitana dijo...

Fugitivo, los optimistas dicen que no.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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