lunes, 25 de octubre de 2010

Campo dei Mori



En campo dei Mori, sestiere de Cannaregio, junto a la casa donde vivió y murió Tintoretto, hay cuatro estatuas adosadas en una fachada, conocidas como “los moros”.

Al parecer estas esculturas representan a los tres hermanos Mastelli (Rioba, Afani y Sandi), miembros una acaudalada familia oriental de mercaderes que vivían en el Palazzo del Camello, al fondo del campo.

Los Mastelli eran originarios de Morea. Habían partido de allí por motivos un tanto oscuros y, al llegar a Venecia, habrían adoptado este apellido. Mastelli designa riqueza, arcas repletas de oro, y es que su fortuna debía ser proporcional a su codicia. Los Mastelli, especialmente Rioba, tenían fama de marrulleros en los negocios y engañosos en los tratos. Aun asi, Rioba se jactaba de lo contrario “Que el Señor me convierta en una piedra si lo que digo es falso”.

Sus chanchullos hallaron castigo cuando intentó estafar a una anciana viuda, que resultó ser Santa Magdalena. Rioba le había colado una mercancía defectuosa, cuando subitamente empezó a petrificarse. Sus hermanos intentaron ayudarle, pero al contacto quedaron tambien de piedra, por complicidad en la estafa y la blasfemia, supongo.

Y alli siguen los hermanos, petrificados en Campo dei Mori, y hay quien dice que por las noche aun se les oye gritar, aunque esto último no lo puedo garantizar.

Ahora bien, si los Mastelli eran tres y hay cuatro estatuas, la pregunta es inevitable ¿A quien representa, pues, la cuarta estatua, la que tiene una nariz postiza de hierro? ¿Acaso a Antonio, sirviente de los Mastelli?
Qué sé yo.


7 comentarios:

judax dijo...

Alguien debió recoger a los hermanos petrificados y ponerlos en la pared, ¿un homenaje o un escarnio?.

EL AVENTURERO dijo...

ya estaban petrificados y no se podia hacer nada por ellos, asi que lo pondrian en la pared y asi por lo menos d3coraban un poco la plaza

Snad dijo...

.¿están a tamaño natural?

EL AVENTURERO dijo...

quizas sean un poco bajitos

Licenciado dijo...

Una naríz postiza, dices? No será natural pero con aspecto de postiza? Pasa habitualmente. yo conozco varios casos!!

EL AVENTURERO dijo...

puede ser que se traformara todo en piedra menos la nariz, que se hizo de hierro, pero tiendo mas a pensar que se le rompio la nariz de piedra en algun golpe y la sustituyeron por la metalica

Cyrano dijo...

.hay mucha maldad por aquí.

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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