miércoles, 6 de octubre de 2010

Cannaregio


Otra entrada de bares, para contentar a Snad y Alp. Pero torpe sería esta guia si solo recomendara locales como los cafes de San Marcos, tan remotos de nuestra capacidad adquisitiva.

Dicen que Venecia es una ciudad muy cara, pero basta con alejarse un poco del eje turístico que une San Marcos con el puente del Rialto para encontrarnos con bastantes trattorias y fondas populares, que ofrecen a precios económicos una variada oferta gastrónomica.

A mi me gusta particularmente la zona de Cannaregio, en el noroeste de la isla, por donde pocos turistas se aventuran.

Alli acudimos a la Enoteca al Timon, un bar situado en la Fondamenta degli Ormesini, cerca de la Judería. Se trata de un local tranquilo donde se sirven platos suculentos y una variedad considerable de vinos. Y tambien tapas recien hechas, algo que no abunda en Venecia. Recuerdo con nostalgia unos pinchos de mozzarella con tomate seco. Tiene algunas mesas en el exterior, desde donde hice este dibujillo.


Otro sitio gracioso por esa zona es el Paradiso perduto. Habiamos leido en una guia que daban comida mediocre a precios abusivos, y nos lanzamos alli de cabeza, pero nos defraudó un poco porque resultó estar bastante bien. La comida era rica y uno que parecía ser el dueño nos hizo unos juegos con cucharas y palillos. Ademas por la noche organizan fiestas y conciertos, que alegran la monástica noche veneciana.

9 comentarios:

El Fugitivo dijo...

A mi también me gustan tus recomendaciones de bares y restaurantes. Precioso el dibujo.

cosmopolitana dijo...

El Fugitivo me va a llevar a Venecia un día o sea que continúa con las recomendaciones. Y sí, el dibujo es muy bonito.

Anónimo dijo...

.. pero ... quién es ese Snad que aparece y desaparece con información encriptada ...

Snad dijo...

Segun Linux, SNAD, un problema del software libre

El Síndrome de Negacion Auto Defensiva o SNAD, bautizado por Malefico3d en el artículo El mayor problema de Linux, que viene a ser el hábito de negar o disculpar cualquier defecto del software libre solo porque se trata de software libre.

Totalmente de acuerdo con lo que comenta el autor, el hecho de usar el SNAD para cualquier cosa que no sea perfecta en el software libre nos lleva ha usar aplicaciones medio o mal desarrolladas y en muchos casos a defender lo indefendible. Opino que no todo es perfecto, da igual que hablemos de software libre que de software privativo.

En fin..

EL AVENTURERO dijo...

Como podeis comprobar, SNAD es una maquina, una suerte de inteligencia artificial diseñada para calcular decimales del numero pi, pero que ha alcanzado un cierto grado de conciencia de si mismo, debido a algun desajuste del sistema.
Mezcla palabras aleatoriamente y de vez en cuando cuelga alguna conbinacion alfanumerica en la red para descongestionar su sistema operativo

El crítico Larrauri dijo...

¿Visitaste el barrio latino?

EL AVENTURERO dijo...

barrio latino te voy a dar a ti

Snad dijo...

.mi software privativo me hace morder la lengua, que si no...

judax dijo...

Estoy en que SNAD es un ente virtual que escribe de forma automática siguiendo oscuros algoritmos generados en alguna taberna escondida en un callejón de una ciudad sórdida futurista. Entre pinchos y cócteles alcohólicos informáticos sonrientes pasan el día creando avatares que animen blogs.

Ay las juderías, ¿que tendrán?

Visitante 113.000 !!!!, no es capicúa pero felicito al Aventurero por llegar a tan elegante cifra

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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