lunes, 15 de noviembre de 2010

Lido

Habrá quien piense que el Lido es solo un centro de turismo playero, pero no somos nosotros. Para empezar recordemos que es la isla natal de la hermosa Irene Petris, la mas grande actriz italiana del siglo XXI, lo cual ya lo convierte en un santuario para el aventurero.

Y si investigamos un poco encontraremos muchas mas cosas de interés. No en vano aquí estaba el núcleo original de población, que se trasladó al interior de la laguna ante la presión de los hunos de Atila, fundando Venecia.


En el club de Golf que está en un extremo de la isla, en 1939 se reunieron a solas durante unas horas Hitler y Musolini, y mientras hacían unos hoyos, decidieron como repartirse Europa.

En el dibujo reconoceremos enseguida la iglesia de san Nicolo, cuyas campanas fueron las primeras en anunciar el triunfo de Lepanto. A su lado el aeropuerto Nicelli, donde llegaba el rey egipcio Farouk con su corte de 50 esposas y concubinas en fila india, que inspiró aquella escena inolvidable de Amarcord.

Muy cerca, un cementerio judio y otro ortodoxo, profusamente descrito por Goethe. Tambien hay otro cementerio hoy cubierto por el aeropuerto donde fueron enterrados muchos de los cruzados que murieron aquí durante la Retencion del Lido de 1212. Un gran ejército de 30.000 caballeros se había agrupado en el Lido, para partir a la conquista de Tierra Santa. Pero el Dux les retuvo aquí durante ocho meses sin permitirles salir de la isla, ni aprovisionarse de comida. Muchas de las mejores espadas de Europa murieron durante esta larga cuarentena. Otros se lo tomaron como un veraneo en la playa.


3 comentarios:

El Fugitivo dijo...

¿Irene Petris? ¿La que te la jugó con el suo novio? ¡Qué perrita!

EL AVENTURERO dijo...

e una ragazza bellissima!

Wendy Pan dijo...

Mosquis!

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes