martes, 29 de marzo de 2011

El órgano del Mar

Dos modernas curiosidades hacen mas atractiva la visita a Zadar. Una es un gran reloj solar de 22 m de diámetro, situado en el puerto, que recoge la energia del sol y abastece la electricidad de todo el paseo marítimo.

Pero lo mas original es un órgano musical construido mediante unas válvulas talladas en la piedra blanca, bajo las escalinatas que entran al mar. El agua, al entrar y salir, empuja el aire a través de 35 tubos desplegados a lo largo de la costa y es expulsado por unos agujeros horadados en el suelo, produciendo sonidos aleatorios. La melodía depende de la velocidad y empuje de las olas, y siempre es distinta en función de la fuerza del mar. Tan curioso instrumento produce armonías extrañamente bellas.

Ambas instalaciones son obra del arquitecto Nikola Basic y se inauguraron en abril de 2005, convirtiéndose en grandes atractivos turísticos de la zona. En 2006 se le concedió el primer premio de los Premios Euro para Espacios Públicos Urbanos.

6 comentarios:

Wendy Pan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Wendy Pan dijo...

Jo, ya podían hacernos uno desos en Mallorqueta, concretamente en Palma. Pero como vivo en una provincia de un pueblerino supino tan solo tenemos una pista de ciclismo que no se puede usar pa ciclismo y, además, tiene un ascensor (aunque en realidad debería llamarse descensor, no? en medio de un descampao? ...) y la maqueta de la nueva Ópera que nos ha costado 1,6 millones de euros a los baleares, glups!
http://www.diariodemallorca.es/ultima/
2011/02/20/funciones-opera-asistido-matas/647013.html

¬¬

EL AVENTURERO dijo...

pues si la maqueta de la nueva opera os ha costado 1,6 millones, ¿cuanto os costará la nueva opera?

EL AVENTURERO dijo...

he andado con el ordenador estropeado
a ver si laseman que viene le doy un poco d impetú a esto

Bourbaki dijo...

son tuos todos los disenos? Bravo
http://stefanogianotti.blogspot.com

EL AVENTURERO dijo...

aupa, stefano
si, los dibujos son mios

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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