martes, 15 de marzo de 2011

Trogir

Otro sitio recomendable en la costa dálmata es Trogir, una especie de isla puente que comunica el continente con otra isla mas grande, la de Ciovo. El pueblo nació como un asentamiento griego y fueron pasando por alli los romanos, bizantinos venecianos, hungaros, eslavos austriacos y cada cual iba dejando su impronta. Que si un campanario por aquí, que si una logia por allá.

Tiene un pórtico románico estupendo, esculpido por el maestro Radovan, un recinto amurallado era el un conjunto medieval bastante armónico, y una agradable paseo en derredor, por donde recalan veleros y yates.


¿SABIA USTED QUE...?


En un extremo de Trogir se encuentra la fortaleza del Camarlengo, que, como sabeis, es el funcionario eclesiástico que certifica la muerte del Papa. Para cerciorarse del deceso papal el Camarlengo le pega tres martillazos en la cabeza. Si el Santo Padre no se mueve, el camarlengo certifica la muerte, dispone el sepelio y la constitución del cónclave. Por el contrario, si reacciona es que aun está vivo, y el Camarlengo abandona presuroso las estancias vaticanas, como alma que lleva el diablo, temeroso por las posibles represalias pontificias.

7 comentarios:

Judax dijo...

Un trabajo envidiable el del martillero

Alp dijo...

...solo comparable al de catador de top models, por el que siempre suspiró el camarada Arrieta desde su retiro de funcionario bibliotecario. Y yo, aunque creo que Dios no me bendijo con ese talento.

judax dijo...

Me ha tocado ser el visitante 127721, un elegante capicúa compuesto de números primos. Hoy solo me falta ser camarlengo

cosmopolitana dijo...

Que no se os olvide que hoy tenemos otra cita en el McSorley's y este año a ver si no me dejáis tirada!

EL AVENTURERO dijo...

tranquila, cosmo, este san patrick nos vemos todos en san patrick

Snad dijo...

También tiene el cometido de vigilar si hay testiculamens en la entrepierna del recién escogido Papa, antes de darle a la fumata. Esto no parece ya tan bonito.

Casino Software dijo...

The same, infinitely

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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