miércoles, 27 de julio de 2011

la popular playa de la Caleta


En el dibujo podemos ver a Sonia, tostandose al sol en la popular playa de la Caleta, igual que hiciera Gabriel Araceli hace doscientos años. Seguro que a estas alturas muchos de vosotros os estareis preguntando quien es Gabriel Araceli. Si es que os conozco como si os hubiera parido. Pues bien, Gabriel Araceli es el protagonista de la novela Trafalgar, uno de los Episodios nacionales, de Benito Perez Galdós. El escritor canario se explaya describiendo el ambiente de la popular playa de la Caleta, donde el personaje pasa su niñez haciendo trastadas con sus amigos.

El tiempo ha pasado pero el sabor permanece. Dicen que los Morancos vienen con una libreta a la popular playa de la Caleta, a coger ideas para sus espectaculos. Y es que en este arenal gaditano se prodigan heterogeneos grupos familiares, señoras preparando el cocido en una cazuela, abuelos jugando al parchis, pillastres dando balonazos a las bañistas, un ambiente de perpetua celebración, un canto a la vida. Todas esas cosas que hacen que sea tan popular la popular paya de la Caleta.


8 comentarios:

Alp dijo...

"Como si os hubiera parido..." ¿A quién le interesa saber quien es Gabriel Araceli? A mi lo que me interesa es saber quien es Sonia...

Anónimo dijo...

eso eso ... y a mi!

JUDAX dijo...

Cuanto cotilla !!!!, esperamos la pronta respuesta del Aventurero

EL AVENTURERO dijo...

pero, por favor, que chismosos

no me esperaba esto de vosotros

Anónimo dijo...

nada de eso, es curiosidad antropológica

Judax dijo...

Si te lo esperabas, pájaro. En el mismo momento de incluir el nombre ya pensabas en ello y sus consecuencias txismorriles, que te conozco bacalao.

Otra cosa es que tienes visitantes txismosos, no es mi caso, pero una vez lanzada la pregunta esperamos la respuesta, aunque solo sea por incordiar tu placidez postvacacional.

EL AVENTURERO dijo...

vale, vale
sonia era una pieza clave en mi equipo de investigacion de este viaje

Anónimo dijo...

Ya, si si. Investigación. Ya lo tenemos claro, muchas gracias

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

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