miércoles, 11 de julio de 2007

abocados a la investigación

Estos días hemos recibido en Bilbao la visita de amigos gaditanos: Natxo, Menchu y Lorenzo, en una expedición capitaneada por el licenciado Valdés.
Nos comenta Lorenzo que ha estado haciendo un trabajo de investigación en Cáceres para una televisión alemana, sobre productos ibéricos, siguiendo todo el proceso desde la cría del ganado porcino hasta su comercialización.

Contagiados de ese espíritu investigador, decidimos explorar en grupo el mundo de los ibéricos, centrándonos en la ultima fase, la del consumo. Fuimos a la Viña del ensanche y allí investigamos sucesivas raciones de lomo y jamón de recebo. Tras estos primeros muestreos descubrimos que estábamos abocados a la investigación, o por lo menos que estábamos a bocados.

Aunque excedía del ámbito previamente delimitado para la investigación, nos dirigimos al Artajo a investigar con idéntico rigor científico abundantes raciones de tigres y de rabas. Cuando abandonamos el local, el Artajo pasa a llamarse el Hartazgo, merced a unos sencillos retoques tipográficos.

Lamentablemente, en este país la dotación presupuestaria dedicada a la investigación es manifiestamente insuficiente, por lo que hubimos de abandonar tan costoso proyecto, provocando una irremediable fuga de cerebros


Después se unieron Pilar, Nekane y Mondrigón y fuimos a un concierto de un grupo jamaicano de reggae que tenia dos cantantes poliomielíticos. Buenisimos.

6 comentarios:

DtV dijo...

Y ya sabes que el mejor método de transmisión de las conclusiones de una investigación hecha con ciencia a conciencia y rigor es el boca a boca.
Casualmente ayer leí esto:
http://www.arcadi.espasa.com/mt-static/index.html

Anónimo dijo...

JUAS JUAS JUAS !!!!!
me troncho, me troncho y me troncho
qué bueno que volviste, aventurero!

puedo asegurar, y aseguro, que la investigación científica necesita más elementos como vosotros. Gente que se lo tome en serio a pesar de la insuficiencia presupuestaria.

JUAS JUAS... sigo con lo mío... JUAS JUAS JUAS

Anónimo dijo...

qué desastre. Con todo el conocimiento recogido en tan pocos cerebros y no saber que para la experimentación científica se conceden ayudas oficiales. Solo hace falta encontrar el formulario adecuado. (o el tío que suelte la pasta para no ir siempre a escote)

Jas dijo...

Joder que bien te lo pasas Bajito, así cualquiera, dándole bocaos y bocaos al ibérico.
Por cierto, al final viajas con faja o sin ella??...te la quitaste para comer ibéricos a gusto?? XDD

Gata animada dijo...

Joer qué cosas cuentas... y yo a plan por la operación bikini...

El rumbero güasón dijo...

De marranos y primates. Fuentes bien apegadas a las lorzas ibéricas informan que el tal investigador gaditano, Lorenzo, realizará en breve un salto cualitativo en su oficio. Tras las indagaciones en la dehesa extremeña y el consumo de lípidos en el Artajo y demás mesones de Bilbo ha establecido un giro en su actividad empírica. Todo apunta a un laboratorio natural en plena selva de Borneo. En un acto que le honra, el autor del ensayo "Tocinos y pancetas", ha dicho, modestamente: "Si un cochino es capaz de bucear tras una bellota, y así lo demostramos en Badajoz, no acierto a imaginar la reacción de un orangután cuando le muestre un paquete de cacahuetes". En exclusiva para este blog y sus amigos, ha avanzado: "Quiero volver a mis orígenes, seguir los pasos de Darwin, de Humbolt, antes de dar por seguro que lo mío son los chorizos".

amica veritas, sed magis amicus plauto

Hace ya algunos años, paseaba yo por la calle Tarnok de Budapest, con la mirada atenta del viajero, cuando me sobrevino un estremecimiento que en un principio confundí con un retortijón intestinal. Sin embargo, cuando profundicé un poco más en el autodiagnóstico, entendí que en realidad lo que me sobrecogía era la contemplación de tanta belleza, una especia de mal de Sthendal en versión austrohúngara.



En aquel momento pensé que sería muy egoísta reservarme esa experiencia y decidí compartirla con aquellos a los que el destino no les habia deparado la oportunidad de visitar esa ciudad. Pero tambien con los que habían pasado por allí y no habían experimentado esa fruición contemplativa, como vaca sin cencerro, acaso porque la naturaleza les había negado esa sensibilidad exquisita con la que a mi me había dotado tan generosamente.



Llevado por este altruista impulso, me agencié un cuaderno y un rotulador Edding y empecé a esbozar dibujos como un poseso, en el afán de reflejar cuanto encontraba en mi camino y de plasmar mis impresiones de una manera mas o menos perdurable. Así nació el primer ejemplar de los cuadernos de viaje que componen esta colección. A partir de entonces -a la manera de los viajeros clásicos como Delacroix o Víctor Hugo- siempre que me dispongo a emprender un nuevo viaje, reservo en mi maleta un sitio para el cuaderno, entre los gayumbos y el neceser.



Debido a la desmesura de alguna de las opiniones vertidas en estas crónicas, la cautela aconsejaba ocultar mi identidad. Para evitar ser objeto de persecución política, decidí ampararme en el anonimato, inventando un alter ego al que llamé el aventurero. Aun así, mis detractores opinan que tal grandilocuencia no era sino una excusa que para poder hablar de mi mismo en tercera persona, como Julio Cesar o el Papa.



Nadie espere encontrar en estas páginas una guía de viaje, ni un exhaustivo glosario de monumentos. Ni una descripción fiel de los lugares visitados, ni una reflexión sensata sobre los usos y costumbres. Tan solo un inconexo puñado de dibujos, acompañados por el relato de anécdotas carentes de interés y algunos datos totalmente prescindibles e inexactos. Esa es otra: Ni siquiera puedo garantizar la fiabilidad de los textos. A menudo son cosas que he oído o leído aquí y allá, cuando no son directamente inventadas, fruto de una trasnochada imaginación, como muy bien han señalado algunos de mis detractores.



En la última secuencia de la película de Jonh Ford “El hombre que mató a Liberty Balance”, James Stewart le reprocha a un periodista la falta de rigor en algunas informaciones publicadas. El periodista se defiende: “Mira, James Stewart, en el oeste cuando la leyenda mola mas que la realidad imprimimos la leyenda”.



Con similar menosprecio a la verdad, yo, que solo pretendo evidenciar la paradoja del alma humana, escribo desde una ignorancia que haría avergonzarse, no ya a cualquier historiador aficionado, sino a cualquier persona de bien.



Vayan pues mis excusas para todos aquellos a quienes no correspondo con la veracidad que se merecen. En cualquier caso, espero que quienes recalen por estas páginas encuentren aquí motivo de solaz y esparcimiento, ya que otra cosa no pretendo.



Ahora, merced al avance de las nuevas tecnologías y para estupor de mis dichosos detractores, estos cuadernos pueden ser consultados en la red y quedan al alcance tanto de los curiosos como de los estudiosos de esta basta y vasta obra.

Contribuyentes